Merkel echa el freno con los refugiados

JUANCHO
Dumall

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Angela Merkel sorprendió para bien a la izquierda europea cuando impulsó una política humanitaria ambiciosa en relación con el drama de los refugiados sirios. Frente a gobiernos como los de Hungría o Polonia, cerrados en banda a acoger a quienes huyen de la guerra y de la miseria en condiciones de extrema precariedad, la cancillera alemana empujó a la UE a abrir sus fronteras para recibir a cientos de miles de personas de Siria, Irak, Libia y Afganistán. Eran cifras acordes con la magnitud de la tragedia que viven esos países torturados por la violencia.

Pero la reacción de la derecha en el interior de Alemania ha hecho que Merkel echara el freno antes de sufrir un castigo electoral como el que vaticinan las encuestas. Tanto en algunos sectores del partido de la cancillera, la CDU, como en sus socios bávaros de la CSU empezó a extenderse la idea de que Alemania no podía acoger a tantos refugiados. Y una sociedad rica como la alemana, en la que con frecuencia se producen chispazos xenófobos y con una unltraderecha muy organizada, el malestar creció inmediatamente. El liderazgo europeo ejercido por Merkel en este asunto, que llevó a cambiar la posición de gobiernos como el de España, ha sido flor de un día. Vuelve la Alemania antipática, insolidaria y encerrada en sí misma. Justo la Alemania que no necesitamos.

La respuesta europea

El resultado de este giro de Berlín puede ser que la ya de por sí cicatera y titubeante respuesta de la UE a un drama humanitario sin precedentes sea aún más tímida, más encogida, más lamentable. Hay ocasiones en las que los líderes políticos deben de asumir cierto grado de impopularidad entre algunos sectores sociales para hacer lo correcto. Y en este caso lo correcto es abrir las puertas a quienes no tienen a dónde ir y hacer un esfuerzo económico y organizativo para atender a los recién llegados acorde con el que es exigible a unos países que están en el club de los más ricos del mundo.

Pero así seguiremos hasta que otra foto de un niño ahogado en una playa nos de un puñetazo en el estómago. Un dolor que se pasa a los dos días.