NÓMADAS Y VIAJANTES

Cancherismo en Argentina

RAMÓN LOBO

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Dicen que el Estudiantes de la Plata de Osvaldo Zubeldía, en el que militó Bilardo como jugador, entraba duro, clavaba alfileres en los saques de esquina y perdía tiempo para que un equipo superior como el Manchester United de George Best se olvidara de ganar. Así son los equipos cancheros; ese juego subterráneo quedó como seña de identidad, no solo del fútbol, también de la política argentina. En el caso de la muerte del fiscal Alberto Nisman hay más cancherismo que justicia, muchas dudas, pocas certezas y dos hechos incontestables.

Primer hecho: el 18 de julio de 1994 perdieron la vida 85 personas y otras 300 resultaron heridas en un atentado con coche bomba contra la sede de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) en Buenos Aires. La mayoría de las víctimas eran judías. Nisman, fiscal especial del caso nombrado hace 10 años por el entonces presidente de Argentina, Néstor Kirchner, acusó a Irán de la autoría intelectual y al grupo armado libanés Hezbolá de la ejecución.

Segundo hecho: Nisman murió el 18 de enero de un disparo en la cabeza. Se disponía a declarar al día siguiente ante la Comisión de Legislación Penal de la Cámara de Diputados. El fiscal había acusado a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y a otros altos cargos del Gobierno, de manipulación de pruebas, invención de pistas y encubrimiento a favor de Irán «para saciar intereses comerciales, políticos y geopolíticos» de Argentina.

Nada más conocerse la muerte del fiscal, miles de personas se lanzaron a la calle para culpar al Gobierno. Aparecieron pancartas que seguían la estela de Charlie Hebdo: «Yo soy Nisman». La conmoción es mayúscula en una sociedad habituada a las conmociones. Fluyen intoxicaciones, rumores e informaciones vestidos con el mismo vestido. Junto al ansia de los medios por aportar un relato se une la vocinglería en las redes sociales. El ruido contamina la escena del ¿crimen?

Primera teoría de la conspiración. A Nisman lo mataron por orden del Gobierno. Si es aficionado a la novela negra sabrá que existe una regla de oro: saber a quién beneficia. En este caso, la beneficiada sería la presidenta Fernández. Es tan evidente que parece burdo que sea así. Este argumento es su coartada.

No deseo sumarme a la ficción, pero hay varios hechos inquietantes: la celeridad en decretar que fue un suicidio, la ausencia de cualquier muestra de simpatía por el muerto o su familia y la presencia del secretario de Seguridad, Sergio Berni, en la escena del ¿crimen? antes que el juez y la fiscal. Sorprende la velocidad con la que los partidarios de Kirchner salieron a ridiculizar el informe del fiscal muerto, que, según dicen, se dejó intoxicar por personas poco creíbles.

Segunda teoría de la conspiración. EEUU y el lobi judío están detrás. WikiLeaks apuntó en su día, con la publicación de los cables del Departamento de Estado, que la investigación de Nisman estaba dirigida desde Washington. EEUU quería que el fiscal se centrase en el ataque contra el AMIA; él prefería trabajar sobre los encubrimientos. La prensa de EEUU no cree que fuera suicidio. The New York Times lo llama asesinato y pide una investigación internacional. El conservador Washington Times exige sanciones contra Argentina.

Plan retorcido

Tercera teoría de la conspiración. Una mano negra utilizó y mató a Nisman para culpar al Gobierno. Es la que apunta Cristina. Lo que más irrita a la ciudadanía es la gestión del caso: incompetente y parcial.

Cuarta teoría de la conspiración. Fue un suicidio inducido, idea que se mueve por algunos medios argentinos sin que nadie explique en qué consiste. Aunque sé que este caso no tiene nada que ver me he acordado estos días del abogado guatemalteco Rodrigo Rosenberg, quien encargó su propio asesinato para que pareciera obra del presidente del país, Álvaro Colom. El fiscal español Carlos Castresana, jefe de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala, organismo creado por la ONU, fue el encargado de descubrir este retorcido plan. No digo que pueda ser así en el caso Nisman, solo que a veces surgen sorpresas: lo evidente no es tan real.

El problema de Kirchner y de su jefe de Seguridad Sergio Berni es que esta vez no es un asunto doméstico que se puede despachar con los códigos domésticos, sino que es un asunto en el que están en juego varias piezas importantes en el tablero mundial. La matanza de París juega en contra, no la de Charlie Hebdo, sino la del supermercado kosher.

La muerte de Nisman nos recuerda lo poco que se ha avanzado en descubrir la verdad de uno de los atentados más graves contra la comunidad judía argentina. Ya es hora 20 años después.