El segundo sexo

El cáncer no es de color rosa

¿Es posible que, incluso ante la enfermedad, el papel de la mujer sea el de luchadora silenciosa y alegre?

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EMMA RIVEROLA

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Tienes cáncer. Fuiste a hacer la revisión de cada año. Quizá esperabas nerviosa tu turno. Quizá estabas absorta en el trabajo o en la lista de la compra o en los planes para el próximo fin de semana. Saliste de allí con una sospecha que, días más tarde, se confirmó. La vida siguió. Pero diferente. Te lo tomaste con serenidad o te desesperaste. Te sentiste fuerte o tus energías se las comió la angustia. En cualquier caso, cediste el control. A partir de aquel momento tu agenda quedó marcada con visitas médicas, pruebas y tratamientos. El bisturí se ensañó con tu cuerpo más o menos. Te libraste de la quimio, ¡qué suerte! O aún tiemblas solo de recordarla.

En España, cada año se diagnostican unos 26.000 nuevos casos de cáncer de mama. Es el tumor más frecuente en la población femenina. La mayoría de los casos se detectan entre los 35 y los 80 años, con un máximo entre los 45 y los 65. Se estima que una de cada ocho mujeres lo padecerá a lo largo de su vida. Las campañas de concienciación sobre el cáncer de mama se han convertido en un recurso imprescindible para la detección precoz, a la vez que han ayudado a superar el estigma de la enfermedad. El lazo rosa es el símbolo de la concienciación y el 19 de octubre, el día en que anunciantes y medios se suman a la campaña. Su implantación ha sido un éxito. Mujeres sonrientes, quizá con un pañuelo cubriéndoles la cabeza, quizá con un lazo rosa en el pecho, te dicen que tienes mucha vida por vivir.

Tratar de asimilar

Y es cierto. Pero también lo es que tal vez tú no te sientes tan rosa, ni en el ánimo ni en el cuerpo. Tal vez querrías gritar o llorar o, simplemente, callar y pensar. Tratar de asimilar. Tratar de acostumbrarte a la absurda idea de que esa biopsia habla de tu cuerpo, de que unas malditas células han decidido asaltarlo sin invitación. ¿Hasta qué punto tanto mensaje positivo puede convertirse en un pesado bumerán?

Barbara Ehrenreich, ensayista y activista social estadounidense, reflexiona en su libro 'Sonríe o muere' (Turner, 2011): «En este universo inacabable que es la cultura del cáncer de mama, donde una página web te lleva a la siguiente -pasas de los testimonios personales a las iniciativas de las oenegés locales, hasta alcanzar el nivel más ostentoso de las empresas patrocinadoras y de las famosas erigidas en portavoces-, se exige estar de buen humor, y llevar la contraria se considera una traición». Pero, ¿qué ocurre con la rabia o el miedo lógicos ante la confirmación de una enfermedad grave? ¿Es posible que, incluso ante un cáncer, el papel reservado para la mujer sea el de silenciosa luchadora siempre con un gesto de alegría en su rostro y, a a la vez, reprimiendo los verdaderos sentimientos?

«Un diseño que es una monada». «Estarás fresquita y guapa». «Turbante con brillantitos»... No, no son textos dirigidos a niñas, es información de una tienda on line de productos para mujeres en fase de tratamiento de quimioterapia. ¿Por qué esos diminutivos? ¿A qué viene ese trato pueril? En ocasiones, la frivolidad de algunos de los mensajes alcanza niveles de un infantilismo ofensivo. Ni supermujeres, ni niñas. Tan solo personas... Y enfermas.

Rabia, esperanza y activismo

Rabia, esperanza y activismoSusana Kosca, autora de 'Tópico de cáncer' (Ediciones B, 2014) y del blog 'Soy una larva', reflexionaba en una entrevista con EL PERIÓDICO sobre la imagen social -no real- que se tiene de la enfermedad. «Como es tan normal que la gente tenga cáncer, pues hay que vivirlo con frenesí. ¡Con alegría! Ponerse un lazo rosa y salir. (…) Si yo hubiera salido a la calle como estaba a los cinco meses de quimio, alguien me habría tapado. La gente quiere ver una estampa muy determinada: la del pañuelo y la sonrisa. La de los anuncios de Ausonia. La imagen de una mujer con cejas. Y se caen. Las cejas, las pestañas...»

La lucha por cualquier causa supone una suma de rabia, esperanza y activismo. Por el contrario, contra el cáncer de mama se insiste en desterrar los aspectos negativos y se pone el acento en seguir sintiéndote guapa y femenina. Algo que esconde, como delata el documental canadiense 'Lazos rosas', los intereses de una potente industria que ha crecido alrededor del cáncer de mama. Numerosas marcas que se suman a las campañas como un modo de limpiar su imagen, mientras siguen utilizando elementos cancerígenos en la fabricación de sus productos y el dinero que supuestamente dedican a la investigación del cáncer se pierde en el limbo de la indefinición.

La banalización de la enfermedad no solo supone un sobresfuerzo para las mujeres que la combaten, sino que esconde un efecto aún más perverso. El pensamiento positivo llevado al extremo induce a pensar que si luchas con todas tus fuerzas, puedes ganar la batalla. Y aunque son importantes la esperanza y el ánimo, ese discurso no deja de relegar a la condición de derrotadas a aquellas que no logran salir adelante. Vencidas que no se esforzaron lo suficiente. Y eso no es rosa. Es terrible e injustamente sombrío.