Un campo de luciérnagas

JOSEP MARIA POU

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Patti LuPone, actriz y cantante (pero sobre todo diva, en el mejor y más completo sentido de la palabra), que estrenó, entre otros musicales, Evita, Los Miserables y Sunset boulevard, acaba de armarla en Broadway.

Ocurrió la semana pasada en el teatro donde representa la obra Shows and days. En el transcurso de la función, harta de que una espectadora de segunda fila estuviera más pendiente de la pantalla de su móvil que de lo que ocurría en escena, saltó del escenario al patio de butacas, se acercó a la interfecta y le arrancó el teléfono de las manos. Luego, se lo guardó en el bolsillo, subió de nuevo al escenario y continuó la representación, alentada por el resto de público que refrendó su acción con un largo aplauso. Contó luego que la tal espectadora consiguió sacarla de quicio, a ella y a sus compañeros de escena, porque ya desde el principio de la función estuvo tecleando mensajes sin parar, compartiéndolos y comentándolos con la persona que tenía al lado. Los actores, luchando contra esa distracción toda la primera parte, lo comentaron entre ellos, indignados,durante el intermedio. El colmo llegó cuando, al empezar el segundo acto, Patti LuPone comprobó que la tal espectadora seguía con la misma actitud, sin solución de continuidad. Ese fue el desencadenante de la acción «represora» de la actriz.

¡Basta ya!

El gesto ha tenido automáticamente la adhesión de toda la comunidad teatral de Broadway que ha gritado ¡basta ya! ante este comportamiento generalizado de un cierto sector de público. Si antes fueron los timbres y alarmas sonando de continuo (Kevin Spacey Hugh Jackman, entre otros, interrumpieron varias funciones en señal de protesta; por suerte, parece que ya se ha asumido la necesidad de silenciar el móvil al empezar la función), ahora son las luces de las pantallas las que iluminan el patio de butacas y lo convierten, visto desde el escenario, en un inmenso campo de luciérnagas.

Aunque ustedes crean que nadie les ve cuando, de manera furtiva, en el teatro o en el cine, encienden y consultan su móvil semi-oculto en el regazo o entre las rodillas, han de saber que la luz de las pantallas les traiciona iluminando su cara de manera flagrante y poniéndoles en evidencia. Les aseguro que desde el escenario podría dar nombre y apellidos de los infractores. Por favor -¡¡por favor!!-, mantengan su anonimato. Y con él, su concentración. Y la nuestra. Que Dios se lo pague.