Editoriales
La campaña más intensa
La lectura plebiscitaria ha ganado protagonismo en la última semana y hemos oído voces de quienes callaban
Si alguien pretendía que la campaña de las elecciones catalanas del domingo tuviera un perfil bajo, para desmovilizar al electorado menos afín, no ha logrado su objetivo. Han sido 15 días de intensa campaña que empezaron con la singular movilización de la Via Lliure -este año monopolizada por la candidatura del Junts pel Sí-, pero sosegada y sin más incidentes que alguna pitada aislada y el elpisodio de la esteladaen las fiestas de la Mercè de Barcelona. Como algunos pretendían -en eso sí que se han salido con la suya-, se ha hablado poco de la última legislatura presidida por Artur Mas, con su seguidismo a las políticas de austeridad, los consiguientes recortes en los servicios públicos y el goteo de casos de presunta corrupción ligados a CDC. Ese es un debate del que se ha privado a los ciudadanos. Y, como consecuencia de ello, la lectura plebiscitaria de los resultados del domingo ha ganado protagonismo en la segunda semana de la campaña electoral. No ha sido un debate ni abierto ni sereno, pero finalmente han aparecido con claridad los riesgos que comportaría una hipotética independencia de Catalunya, especialmente si se produjera de manera unilateral como defienden en sus programas Junts pel Sí y la CUP.
Quienes en los últimos tres años han reclamado a las instituciones del Estado, a los partidos políticos, a los empresarios, a los sindicatos y a los expertos pronunciamientos claros sobre las consecuencias de la secesión, en este caso sin negociación, han visto cumplidos sus deseos. Cabe decir que no siempre con la misma pericia. La falta de costumbre para tratar esta cuestión ha conllevado algún resbalón, como el del gobernador del Banco de España al referirse al corralito. Queda por saber si estos mensajes habrán llegado a tiempo tanto para alertar a una parte del electorado del carácter decisivo de estos comicios como para convencer a quienes pudieran estar seducidos por opciones contrarias a sus intereses.
Ha sido pues una campaña de alta tensión política, con consignas contrapuestas pero sin un contraste sereno de argumentos que ofreciera certezas a la ciudadanía antes de expresarse mañana en las urnas. En adelante, será tarea de los electos rebajar esa tensión para que no se extienda a la vida social, sino que se reconduzca en un intenso y fructífero diálogo parlamentario.
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