LA CLAVE
La camiseta de Ada Colau
Se equivocaron quienes vaticinaban que personas llegadas del mundo del activismo social serían incapaces de aterrizar con orden en las instituciones
Juancho Dumall
Ha trabajado en las áreas de Política, Opinión y en la edición del fin de semana.
JUANCHO DUMALL
Se equivocaron quienes vaticinaban que personas llegadas del mundo del activismo social serían incapaces de aterrizar con orden en las instituciones. Erraron aquellos que consideraban que Ada Colau no sabría desprenderse de la camiseta verde de la PAH para gobernar el Ayuntamiento de Barcelona y que se enredaría en un sistema asambleario que le dificultaría la toma de decisiones. Cuando va a cumplirse un año de las elecciones municipales que llevaron a Colau a la alcaldía de la capital catalana puede decirse ya que la incorporación de los aires alternativos a la gestión municipal no solo no ha sido un inconveniente sino que ha supuesto un elemento esencial para algo muy importante en la política institucional: redefinir las prioridades.
En estos meses de gestión del ayuntamiento ha habido aciertos y errores, y medidas que han contado con más o menos comprensión de los ciudadanos. Pero se ha dado un gran paso al poner la maquinaria municipal al servicio de unas necesidades sociales que no estuvieron bien atendidas por administraciones anteriores, pese a que los devastadores efectos de la crisis se dejaban notar ya con plena intensidad. Esa ha sido la esencia del cambio político que han representado figuras como Colau o Manuela Carmena.
Sodoma y Gomorra
Es posible que en Barcelona y, más aún, en Madrid hayan sobrado algunas sobreactuaciones, que haya habido un exceso de gestos cara a la galería y que los nuevos equipos hayan exhibido en ocasiones la bisoñez del recién llegado. Pero en general, ambas ciudades funcionan, tienen proyectos en el horizonte y, lejos de convertirse en las nuevas Sodoma y Gomorra, como pregonaban algunos profetas de la catástrofe podemita, no han perdido ni un ápice de su atractivo.
Estos días que tanto se pregona el «radicalismo» de determinadas formaciones políticas, sería oportuno reconocer que personajes como Ada Colau, de verbo rotundo y hasta áspero, no solo no han hecho políticas antisistema, sino que han llevado al sistema algunos planteamientos alternativos que han supuesto una corriente de justicia y de aire fresco.
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