Opinión | EDITORIAL

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Un cambio distinto

 La opinión del diario se expresa solo en los editoriales. Los artículos exponen posturas personales. 

Después de oír ayer el discurso de Alfredo Pérez Rubalcaba en la clausura de la conferencia del PSOE, queda claro que al candidato no le asustan las palabras ni se resigna a perder unas elecciones que casi todo el mundo da por perdidas. En el único tramo de tono mitinero, Rubalcaba gritó que no se va a dejar ganar ni el PP le va a ganar en ganas de ganar. Y además le robó al rival, sin complejos, la bandera del cambio, esa palabra mágica que ha hecho ganar elecciones a unos y otros desde el triunfo de Felipe González en 1982.

Rubalcaba, eso sí, enfrentósu cambio, que persigue «un mundo más justo, más igualitario y más democrático», al cambio de Mariano Rajoy, que identificó con un retorno al pasado y, sobre todo, con las políticas neoliberales y privatizadoras que practican las autonomías gobernadas por el PP, con especial referencia a la Comunidad de Madrid presidida por Esperanza Aguirre.

Por eso animó a los militantes del PSOE a que «quiten la careta» del cambio que promete el PP porque detrás aparecerá la privatización de la sanidad, inmersa en un debate sobre su financiación que, dijo, no es económico, sino ideológico, igual que la degradación de la escuela pública, ejemplificada en los ataques a los profesores.

Sanidad y educación figuraron entre las prioridades de un discurso centrado en la defensa del Estado del bienestar, en el que incluyó también la reforma de las pensiones, hecha con el objetivo de que se puedan pagar en el futuro.

Desde el punto de vista socialdemócrata, el discurso del candidato socialista es irreprochable, igual que su defensa de una salida europeísta a la crisis «profunda, civilizatoria», que padece el mundo desarrollado. El problema, como los responsables de su campaña saben bien, es la credibilidad de ese discurso, cuando Rubalcaba ha sido corresponsable de los errores y de las carencias de Zapatero. De ahí que se distanciara del ajuste duro que practica el Gobierno desde mayo del 2010 y se preguntara si no se habrá ido demasiado lejos en el recorte. Para enmendar eso, propone subidas de impuestos a los más ricos y potentes incentivos para la creación de empleo, el principal problema del país. Convencer a los decepcionados, sin embargo, parece una misión prácticamente imposible.