Geometría variable

"La calle es mía"

Para 'The Economist', el problema es que ni Rajoy ni Puigdemont quieren una tercera vía

Rajoy y Puigdemont se saludan en la puerta de la Moncloa, en abril del pasado año.

Rajoy y Puigdemont se saludan en la puerta de la Moncloa, en abril del pasado año.

JOAN TAPIA

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Cuando Fraga era ministro del Interior de Arias Navarro dijo aquello de «la calle es mía» que contribyó a inhabilitarle. El independentismo corre ahora el riesgo de proclamar la calle es mía y encarnar la voluntad real de Catalunya. Ya lo hizo en el Parlament al aprobar con 72 diputados dos leyes anticonstitucionales que además violan con total descaro el Estatut de Catalunya que exige una mayoría de dos tercios (90 diputados) para cualquier propuesta de cambio y para crear una sindicatura electoral.

El separatismo ha ignorado la norma que nos dimos los ciudadanos de Catalunya -todos iguales y libres de pensar como queramos- en el Estatut de 1980 y en el del 2006. Pero como decía ayer Enric Hernandez: «El Estado ha cortado el cable equivocado… con la detención de altos cargos del Govern… ha dado un paso en falso que ha irritado a millones de catalanes, muchos de ellos ajenos -e incluso refractarios- al discurso independentista».

Querer restablecer el orden jurídico en Catalunya sin prestar atención al consenso catalán (que en Madrid no entienden) es legal, pero… quizá también suicida. Algunas actuaciones del fiscal Maza y las detenciones de altos cargos de la Generalitat -que solo provocan ruido- parecen más propias de un bombero-pirómano que de un cauto gobernante.

Rajoy se equivocó al creer que podía encarar una crisis política solo con las leyes. El encaje de Catalunya es mucho más puñetero que un pleito jurídico porque al nacionalismo (también al español) lo alimenta el diablo. Lo ha advertido Urkullu, lo peor es echar gasolina. Es decir, acusar de sedición a los manifestantes.

¿Estarían mejor las cosas si Rajoy hubiera aceptado antes la propuesta socialista de abrir una comisión en el Congreso sobre la cuestión? No es seguro, pero es significativo que ahora casi todos los partidos -incluido el PDECat y salvo C’s y ERC- la apoyen. Algunos dirán con razón que «a buenas horas mangas verdes», pero más vale tarde que nunca y es una vía para que las dos partes -separatismo y gobierno del PP- puedan reciclarse sin tener que rectificar.

El 'show' del Parlament la semana pasada y la cerrazón del PP desde hace años nos han llevado a la peor crisis constitucional de la democracia y -más grave- a la división interna en Catalunya y a un cisma entre la opinión catalana y la española.

La 'biblia de la City’

Pero es algo posible de superar.'The Economist', el semanario británico que leen las élites de todo el mundo, dedica al conflicto esta semana un artículo, anunciado en portada como 'Catalonia’s destructive referendum'. Su final obliga a reflexionar: «Probablemente la mayoría quedaría satisfecha con un nuevo pacto que les diera (a los catalanes) poderes más claros, mayor capacidad sobre sus finanzas y un reconocimiento simbólico de que son una nación. El problema es que ni el señor Puigdemont ni el señor Rajoy parecen querer poner esta oferta sobre la mesa».

¿Tras 40 años de democracia la 'biblia de la City' sabe más de nosotros que el 'president' y el jefe del Gobierno de España?