ANÁLISIS

¡Cállate, imbécil!

RAFAEL VILASANJUAN

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Tradicionalmente cuando los presidentes de EEUU inician su mandato, la primera cita internacional es con su homólogo mexicano. Cuestión de cortesía, pero también necesidad de mostrar entendimiento. De Juárez a Matamoros, el río Grande divide el mapa en dos mitades separadas por un abismo: a un lado el sur, al otro la economía más grande del mundo. Mas de 3.000 kilómetros de frontera porosa, puerta de entrada de la inmigración latina. La conciencia de un destino compartido ha llevado a mantener esta diplomacia matemática a uno y otro lado, hasta que el candidato Donald Trump la hizo saltar este verano por los aires, visitando el país justo después de proclamar que como al otro lado de la frontera solo hay “secuestradores, traficantes y criminales” construiría una valla estanca.

No hay alternativa, para Trump el mundo se divide entre los suyos y el resto de seres inferiores. Entre los primeros unos cuantos millones piensan votarle, aunque afortunadamente cesa la euforia y a tres semanas de la elección parece que su lista de sandeces no entrará en el manual político de la Casa Blanca. Entre los otros, en tiempos de confusión su relación de seres menores incluye a republicanos, musulmanes, negros, latinos y por supuesto a las mujeres, a las que no ha parado de referirse en un alarde de bajeza, ignorancia y desprecio propios de la caverna.  

Pero la inmigración es otra cosa, aquí Trump copia y airea los mismos temores que en Europa dan tan buen rendimiento a la derecha y aunque su discurso sea xenófobo, la propuesta de completar una valla infinita es ganadora. En el afán por cerrar su “país de las maravillas” y con un tercio de valla construido, todavía quedan por cubrir miles de kilómetros de geografía imposible. Lo original es que el candidato visitara México para convencerles de que la completaría él, pero la pagarían ellos. El Gobierno mexicano mantuvo la compostura diplomática, pero en la calle encontraron el tono y se vieron pancartas con una respuesta que él pudiera entender: ¡Cállate, imbécil!