La rueda

La cafetería del PP

El partido de Rajoy ya se ha convertido en una gigantesca cafetería donde todo es ruido y olor a fritanga

ANTÓN LOSADA

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Al segundo de que Mariano Rajoy rematase su discurso ante la junta directiva nacional del PP advirtiendo de que no debían distraerse con lo irrelevante, los famosos «veinticinco» a quienes solo les importa precisamente la irrelevancia corrieron a los medios para denunciar que no les hubieran permitido hablar. Solo les querían como carne de aplauso fácil. El pusilánime Mariano Rajoy había mutado de repente en una versión en plasma de Fidel Castro. Solo habla él y solo él puede interrumpirse y hacerse preguntas.

Al minuto de que Rajoy les hubiera recordado que las elecciones las gana la marca PP, José Antonio Monago, el turista accidental, sacaba un vídeo de campaña en el que lo único que no se ve es la marca PP y lo único que te dan son ganas de cambiar de canal o de destrozar el televisor. Era lo que les faltaba a los populares, un rap para poner banda sonora a la guerra de bandas. Hay tan mal rollo en la familia popular que hasta el presidente ha cambiado su agenda para ir de escolta en la gira electoral de María Dolores de Cospedal. Parecen Whitney Houston y Kevin Costner rodando un remake de El guardaespaldas.

Llevamos días que, desde la clandestinidad, dirigentes populares sin nombre ni apellido cuentan a sus periodistas de cabecera que en el partido se ha instalado un régimen de terror, una mezcla entre la ley del silencio de la Mafia, el secretismo de la Cienciología y el temor a la Inquisición. Estamos a minutos de que alguno de esos héroes anónimos de la resistencia antimarianista nos desvele que la Venezuela de Maduro representa un ejemplo de democracia comparada con el PP de Mariano.

Dice Rajoy que ellos no reclutan ciudadanos en las cafeterías, como hacen otros. No les hace falta. El PP ya se ha convertido en una gigantesca cafetería donde todo es ruido y olor a fritanga.