DOS MIRADAS

Cabellos y caballos

El dolor de la madre de un piloto.

El dolor de la madre de un pilotoEl corredor mallorquín Luis Salom halló la muerte un viernes de junio en una curva del circuito de Montmeló. Su madre se rapó la cabeza en señal de duelo y de homenaje.

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JOSEP MARIA FONALLERAS

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Hemos sabido hace poco que Luis Salom no murió por culpa de un bache o por un problema en los neumáticos sino por una distracción en el pilotaje. Porque miró hacia atrás y perdió algo de control y tuvo que frenar más fuerte y la moto se fue directa hacia la tragedia en una curva en la que faltó grava y sobró velocidad.

El piloto se juega la vida en cada viraje, en cada adelantamiento: sobrevive en las fronteras de la muerte. Y es precisamente ese tentar el destino lo que le convierte al mismo tiempo en robusto y en débil. El héroe contemporáneo que desafía los peligros y el chiquillo inseguro que necesita asirse a la superstición para afrontarlos. Salom, según cuentan, no podía correr si antes no acariciaba la melena rizada de su madre. ¿Era una superstición sin más o un salvavidas preventivo, el saberse todavía en su regazo, a pesar de tantos caballos desbocados en la pista?

En el pelo, según la Biblia y según otras leyendas, no solo habita la fuerza sino la sabiduría. Cuanto más larga es la cabellera, más pensamientos caben en ella. Y puede que también la ternura. La madre se rapó -se mesó el cabello con la furia de la pérdida - para que su hijo viajara pertrechado al Hades. Como los antiguos. Poco a poco, su pelo volverá a crecer. Se mantendrá siempre igual el mechón que su hijo conserva entre las manos, en el último trayecto.