La clave

El caballo de Troya

ENRIC HERNÀNDEZ

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La reciente visita de Pablo Iglesias a Catalunya Pablo Iglesiasha levantado ampollas en el dividido frente independentista, súbitamente unido ante su nuevo enemigo exterior. Josep Rull (CDC) ha sintetizado ese estado de ánimo colectivo definiendo a Podemos como "caballo de Troya" antisoberanista. El jinete de ese equino que galopa en las encuestas ratifica en EL PERIÓDICO que el referéndum soberanista no cabe en la Constitución, pero aboga por un «proceso constituyente» que permita discutir democráticamente de "todo", incluida la independencia.

De las tres fuerzas españolas con opciones de gobernar, solo Podemos apoya la consulta que anhelan muchos catalanes. ¿Por qué el soberanismo lo percibe entonces como una amenaza? Pues porque su irrupción sacude al tiempo el tablero político español y catalán, cuyas piezas estaban perfectamente dispuestas para acumular las fuerzas del independentismo, captar a indecisos y desmovilizar a refractarios.

El fracaso del Estatut, fruto de las intrigas del PP y la pasividad del PSOE, ha alimentado la idea de que Catalunya jamás hallará acomodo en España, gobierne quien gobierne. Que aparezca un tercero en liza, ajeno al previsible 'establishment' bipartidista, debilita tal presupuesto.

Aun con matices, CiU ERC anteponen la independencia a los derechos sociales, argüyendo que solo la primera garantizaría los segundos. Podemos, por contra, sitúa en pie de igualdad la soberanía nacional y la ciudadana, pasión y razón.

Frente a la crisis, las desigualdades y la corrupción, el 'nou país' que vindica el independentismo conecta con una idea, la del cambio de régimen, que el Partido de los Indignados abandera con mayor convicción y muchas menos hipotecas.

Los otros catalanes

Iglesias apunta al corazón metropolitano de Barcelona, hoy muy castigado por la crisis, fiel a Felipe González en los 80-90 y abstencionista en las autonómicas. Si vota la Catalunya inmune al imaginario soberanista, tal vez las llamadas plebiscitarias deparen sorpresas. El caballo de Troya, en todo caso, no sería Podemos, sino esos otros catalanes que, recordémoslo, también tendrían derecho a decidir.