Editorial

Caballo junto a la Ronda Litoral

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En los años 80 la heroína marcó la vida, y sobre todo la muerte, de miles de personas atrapadas en una droga de devastadores efectos físicos y mentales. Esas terribles consecuencias y la aparición de la cocaína como sustancia de moda y de éxito hizo que el consumo de caballodescendiera y quedara reducido a grupos de yonkis muy vulnerables que transitan por el último y más peligroso escalón de las adicciones. La noticia que publica este diario sobre la existencia de una zona junto a la Ronda Litoral, tras el Hospital del Mar, adonde acuden personas a inyectarse heroína y otras sustancias, obliga a una actuación inmediata de las administraciones públicas si se confirma que estamos ante algo más que una anécdota.

En una ciudad pionera en el tratamiento de la drogadicción resultan insostenible escenas como las que se dan a diario en ese sórdido rincón. Son evidentes los peligros que comporta la falta de higiene en un lugar en cuyos alrededores muchas familias pasan su tiempo de ocio. Pero el problema, y su solución, no es tanto de control policial, que también, como de ofrecer las garantías sanitarias adecuadas a unas personas que flirtean con la muerte. En ese sentido no serían aceptables las excusas municipales de que se trata de una competencia del Consell Comarcal del Barcelonès. No es cuestión de despachos, sino de una eficaz intervención conjunta. Todo antes que mirar hacia otro lado si se constata que estamos ante un rebrote de estas prácticas.