Al contrataque

A caballo de la bomba atómica

¿Por qué no golpea Madrid de una vez?, parecen preguntarse Puigdemont y Mas. ¿Por qué no hace algo que justifique abrir aquí una salida honrosa?

Imagen de archivo de Artur Mas y Carles Puigdemont, tras la investidura del segundo.

Imagen de archivo de Artur Mas y Carles Puigdemont, tras la investidura del segundo. / PERIÓDICO

ANTONIO FRANCO

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Me llegan continuamente teorías sobre el desenlace a corto o medio plazo de la escalada de la tensión sobre Catalunya. Una de las más insistentes es que el independentismo ya no sabe cómo conseguir una actuación nítidamente desproporcionada de Madrid que modifique la visión internacional, española e interior de lo que está pasando. Si esto termina sin unas cuantas bofetadas físicas injustificadas, si el desenlace son cuatro decretos apoyados en la misma legalidad democrática española que respalda hoy la existencia y los límites del Parlament, las prisas de estos últimos cinco años habrán sido un mal camino. Catalunya será esencialmente distinta, pero según esta teoría vivirá como la de antes.

¿Por qué no golpea Madrid de una vez?, parecen preguntarse Puigdemont Mas. ¿Por qué no hace algo que justifique abrir aquí una salida honrosa, un compás de espera aunque sea por reconocimiento de impotencia ante la fuerza avasalladora de la violencia física? Un amigo indepe había llegado a tener un sueño. ¿Recuerdan la escena final de la película ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú? Imaginaba a Rajoy gritando como un vaquero enloquecido, montado a caballo de una bomba atómica mientras descendía hacia el Parlament. Mi amigo necesitaba ese Rajoy.

La verdad es que la secuencia era fácil de imaginar. El recorte del Estatut cuando ya había sido votado por las Cortes y los ciudadanos, o las mesas petitorias de firmas contra Catalunya que azuzó el PP nos dieron imágenes algo similares –más contenidas pero igual de rotundas– a aquel momento de la película de Stanley Kubrick. Es decir, Rajoy ya ha cabalgado loco, alegre y feliz sobre bombas atómicas degradadoras para siempre de la convivencia normal entre Catalunya y España. Pero quizá aprendió.

HASTA LA PRÓXIMA, SIN PRISAS

Si el caballo desbocado no entra en la cacharrería, ¿qué recurso les queda a quienes tenían como únicas alternativas esperarlo o confiar en una insurrección popular improbable? Provocar tensión hasta el último minuto, minimizar daños, limitar las inhabilitaciones a los que no quieren o no pueden seguir, maquillar lo sucedido, imponer un relato benevolente y esperar hasta la próxima oportunidad. Y esta vez con menos prisas, esta vez sin descartar que España efectúe un cambio constitucional lógico cuando ya no estén Rajoy y sus 40 ladrones.

Primer trabajo político urgente del soberanismo: en este país que tanto festeja las derrotas históricas, convertir la pérdida del tiempo invertido en una nueva gran victoria moral. Segundo: dejar de pensar en cómo endosar a los funcionarios las responsabilidades de los políticos. Tercero: dibujar una continuidad malhumorada de la autonomía dejando de ningunear al catalanismo popular emergente que surge y se construye sólidamente desde la izquierd