Buscando socios

Nos hemos encontrado con ellos más de una vez. Y más de dos veces cada día. Y más de tres. En una esquina, los de la Cruz Roja; en otra, los de Médicos Sin Fronteras; más allá, en medio de la plaza, los chicos y las chicas de Amnistía Internacional o de Save The Children. O de ACNUR o de Greenpeace.

Forman parte del escenario ciudadano y de lo que se trata, por muchos, como si fuera una carrera de obstáculos, es de procurar esquivarlos con tácticas más o menos estrambóticas. Algunos dicen, a los de la Cruz Roja, que ya son de la Cruz Roja o que son de ACNUR, y que, por supuesto, no se puede ser de tantas cosas a la vez. Algunos dicen la verdad y reclaman a los jóvenes que recaudan fondos un déficit en la periodicidad o los contenidos de la revista de la oenegé que se trate.

El otro día oí: "Hace tiempo que quería informar de que no me gusta mucho el tono que utiliza". Tengo un amigo que simula llamar por teléfono cada vez que localiza a un pelotón. Lo simula, pero lo peor es que mantiene una conversación real, o simula que la mantiene. Y mantiene una irreal relación con nadie hasta que ha pasado el peligro y considera que ya puede colgar.

Habría que ponerse en la piel de los que se están horas en la calle buscando socios. El grado de decepción que acumulan debe ser enorme y seguramente también el de presión para conseguir un éxito de vez en cuando. El próximo día que me los encuentre, es decir, hoy, me detendré y dejaré a medias la llamada.