La burguesía no sabe corregirse

Sorprende que se denuncie a los políticos y se deje en segundo plano a los empresarios que pagan

ORIOL BOHIGAS

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Este sartículo fue publicado originalmente el 7 de septiembre de 2013. Con motivo dle fallecimiento del arquitecto y urbanista Oriol Bohigas ha sido republicado el 1 de diciembre de 2021.


Hace pocas semanas el historiador Borja de Riquer publicaba un artículo en Ara bajo el título Hombre de negocios y corruptor de políticos en el que recordaba que «detrás de un político comprado siempre hay un hombre de negocios que se ha beneficiado». Y lo confirmaba con episodios de la historia reciente, especialmente con los dos escándalos internacionales que en el siglo XX tuvieron más eco en Catalunya: el lío de la CHADE con las operaciones mafiosas de hombres de negocios catalanes tan respetados como Cambó y Ventosa i Calvell, y el estruendo de las intervenciones especulativas del financiero mallorquín Juan March en el alboroto de Barcelona Traction del que nació Fecsa con la ayuda de los gobiernos y los políticos franquistas. Por algo tanto Cambó como March fueron unos importantes apoyos económicos del lado fascista de la guerra civil española.

Riquer terminaba el artículo con este párrafo: «Como se puede ver, esto de partidos y políticos corruptos, de hombres de negocios corruptores y de gobiernos y jueces que favorecen ciertas empresas no es un hecho reciente. Ahora bien, sorprende que todavía haya quien venere como grandes prohombres a empresarios que se han enriquecido gracias a prácticas ilegales, la corrupción generalizada y los favores políticos». Y aún sorprende más que la mayoría de medios de comunicación hablen extensamente y con intensidades propagandistas de la corrupción de los políticos y de los partidos y, en cambio, dejen en segundo plano -y no insistan- la denuncia de los ciudadanos que directamente son responsables, es decir, los que, por intereses propios ilegítimos, ilegales, injustos e inmorales, inician casi todos los los procesos de corrupción política. Es raro que los ciudadanos estemos ya tan convencidos de la perversidad de los políticos, de los partidos y -generalizando las decepciones- de toda la política y, en cambio, no nos atrevamos a responsabilizar de manera más directa y atacar a los jefes del gran capital privado, los especuladores del mundo de las finanzas, los usurpadores de las decisiones globales que deberían ser políticas y que son solo consecuencia de unas ciencias económicas de vía estrecha al servicio de los intereses de los que mandan. Digamos empresarios o emprendedores: ellos con su ineficacia productiva, con su facilidad en los tratos de la corrupción y en las escapatorias fiscales son los primeros responsables. Quiero decir que debeberíamos ver hoy a nuestra vieja y respetable burguesía como un factor generativo fundamental de los actuales desastres especulativos y los escándalos de corrupción, en vez de cargarlo todo a los políticos y a los insuficientes sistemas de control que ofrece nuestra democracia tan débil, tan poco arraigada y tan mal defendida por el grupo que está en el poder y que es el beneficiario.

Me gustaría que, cuando se inicia una denuncia de políticos comprados por una empresa, las denuncias señalaran todas las perversiones de los industriales y comerciales que han iniciado la operación: aquellos que hacen funcionar la industria con el delito fiscal y el de la corrupción. Es socialmente más grave adjudicar injustamente un concurso oficial de obras que la simple desviación de un porcentaje del costo. Me irrita menos la cara dura de Millet que la de las empresas que dieron comisiones fraudulentas. Pero eso no lo piensa todo el mundo.

Esta benevolencia en los juicios de la ciudadanía -a menudo interesada, esperando todavía las menudencias de favores- ante la hegemonía de los empresarios ricos va más allá de los episodios estrictos de la corrupción. Los empresarios corruptos son menos citados que los provocadores que han iniciado la operación y se benefician fraudulentamente. Se habla del que cobra más que del que paga, cuando este es el auténtico desvallestador del equilibrio social y económico.

Cuando hablamos de una crisis de la novela, los escritores tendrán cosas que decir y la primera crítica caerá sobre los novelistas porque han tenido alguna responsabilidad en no inventar a tiempo otro producto o haber utilizado otro camino de producción y comercialización. Es decir, no haber sabido cambiar las circunstancias del entorno productivo y financiero e incluso cultural.

Y esta responsabilidad no se anula aunque las autoridades políticas   impongan unas maneras de control y unos castigos y unos premios considerados perniciosos. Ni con el truco de las diversas corrupciones de los políticos y los partidos que aparenten enmendar la irracionalidad y la injusticia del sistema. Por eso todo esfuerzo productivo debe tener un plan político en el que se eliminen los empresarios que no vengan condicionados por la moral de la convivencia justa. Es decir, la corrupción no tiene remedio porque es sustancial al sistema. Es del sistema que tenemos que hablar.

Arquitecto.

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