Tres libros para entender la Catalunya actual
Burgueses, comunistas y convergentes
La antigua Convergència ha pasado del catalanismo pragmático al independentismo dogmático
Joan Tapia
Presidente del Comité Editorial de EL PERIÓDICO.
JOAN TAPIA
Tres libros recientes ayudan a entender la Catalunya de hoy. El primero, 'Els Güell', de Andreu Farràs, muestra una historia de la gran burguesía catalana. Es el retrato de seis personajes de una familia -cuya riqueza inicial viene Cuba- dedicada a acumular capital pero también a las artes y a la política. Empieza con Joan Güell Ferrer, nacido en 1800. Tras volver de La Habana creó El Vapor Vell, en Sants, y La Maquinista Terrestre y Marítima. Vivió la conflictividad social (su socio y gerente Sol i Padris murió asesinado en 1855), fue un ilustrado defensor del proteccionismo y estuvo en la prehistoria del Fomento del Trabajo Nacional, el Foment.
Su hijo, Eusebi Güell Bacigalupo, amplió la fortuna al casar con la hija de Antonio López, que también había hecho fortuna en Cuba (incluido el comercio de esclavos) y en empresas como La Trasantlantica, Tabacos de Filipinas y Banco Hispano Colonial. Conoció a Gaudí en la Exposición Universal de París y fue su gran protector al impulsar el Parc Guell y la Colonia y el Palau de igual nombre. El nieto, Juan Antonio Güell, fue alcalde de Barcelona y prohombre de la Lliga. Farràs sostiene que pagó las deudas de juego de Miguel Primo de Rivera para que diera el golpe de Estado de 1923 pero luego -monárquico- no quiso volver a la España de Franco. También regaló a Alfonso XIII los terrenos del Palau de Pedralbes.
En cambio su heredero, Juan Claudio Guell, hizo la guerra en el llamado bando nacional. Fue un monáquico franquista y en una de sus fincas se celebraron dos de los tres encuentros del dictador con don Juan de Borbón. La conclusión es que, para bien o para mal, ya no hay burgueses tan potentes como para impulsar a un Gaudí, o pagar las deudas de un general golpista. La burguesía de hoy es más pequeña, más discreta, y tiene menos influencia política.
ENAMORADO DEL PARTIDO
El segundo libro, 'A la caza del PSUC', es el relato, sin concesiones y en primera persona, de un militante enamorado del partido, Antoni Batista, que lo acaba dejando pero que todavía sufre algo de orfandad de aquel comunismo que quería matrimoniar el socialismo con la libertad. Explica la expulsión y persecución de Joan Comorera que venía de la Unió Socialista de Catalunya, un núcleo socialdemócrata que confluyó en la fundación en 1936 del PSUC, que se adhirió a la Tercera Internacional.
Pero lo más vivo del libro es que relata la mutación en los años 60-70 de un partido revolucionario, que viniendo del estalinismo se convierte en la punta de lanza de un eurocomunismo reformador (Jordi Solé Tura, entonces comunista, fue un padre de la Constitución del 78). ¿Por qué se produjo esta evolución? En parte porque el PSUC era el grupo antifranquista más organizado, y dirigentes como López Raimundo, el de la canción de Raimon, Miguel Núñez, Josep Solé Barbará -el político con mas don de gentes que he conocido- y Antoni Gutiérrez Díaz optaron por insertarlo en la realidad catalana, lo que exigía excluir el dogmatismo.
¿Por qué fracasó? Batista sugiere una hipótesis pero quizá todo es más sencillo. La España del 77 ya tenía cierto bienestar y el obrero no soñaba con la URSS sino con Europa. Felipe González era joven y el referente de Willy Brandt era más atractivo que el de Breznev. Y Carrillo, pese a su inteligencia, evocaba un pasado triste, no era el futuro. ¿Como Fraga?
CATALANISMO E INDEPENDENCIA
El tercer libro, 'Cuando pintábamos algo en Madrid', del exdiputado de CDC durante 24 años Josep López de Lerma, y bajo una apariencia más anecdótica, da algunas claves sobre porqué a CDC le ha pasado todo lo contrario que al PSUC. La confluencia de un catalanismo pragmático y constitucionalista (Jordi Pujol y Miquel Roca lo fueron mas que Solé Tura) se acaba transformando en un grupo con tendencia al dogma -solo la independencia es la solución-, rupturista y controlado por un núcleo selecto, el 'pinyol'.
López de Lerma prefiere describir escenas como el enfado de Pujol cuando se enteró que CDC (Max Cahner) había votado una moción que decía que Catalunya no renunciaba a la autodeterminación. Pero el libro demuestra que Pujol se enfrentó siempre -con Suárez, Felipe y Aznar- a que CDC participara en el Gobierno. Y si a un partido de gobierno, con políticos ambiciosos que quieren mandar, se le prohíbe el poder en España, tiene lógica que al final opten por exigir que todo el mando esté en Catalunya. Y más si -en parte por ausencia de injerto catalán- el partido de la derecha española deriva hacia un nacionalismo estrecho y cae en la tentación de hacer populismo anticatalanista.
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