Análisis

La burbuja del fútbol se agrieta

ERNEST FOLCH

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Qué debe hacer el fútbol ante la barbarie? Lo que era una pregunta puramente teórica hasta hace escasos días es ahora un dilema mayúsuculo después del atentado que golpeó también el Stade de France en París el pasado viernes. El fútbol ya no puede ponerse más de perfil ni eludir su trascendente rol social, que a partir de ahora ya no va a servir solo para facturar, producir espectáculo y contentar a los patrocinadores. Sí, resulta que el fútbol, como cualquier otro acontecimiento de masas, es de repente más vulnerable que nunca precisamente por su trascendencia mediática. Se ha pretendido que el fútbol se aísle de la sociedad con esta máxima que ya no se cree nadie que dice que no hay que mezclar política con deporte, pero lo cierto es que cada vez va a ser menos posible aislar los partidos de fútbol como si fueran una burbuja profiláctica dentro de la cual solo hay espectáculo y diversión.

Resulta que los partidos se juegan en un lugar determinado donde suceden cosas y se convive inevitablemente con el bien pero también con el mal: habrá que ver a partir de ahora cómo se administra este deporte que, como el resto del mundo, estará también sujeto a la maldad del universo. La burbuja empezó a resquebrajarse en el minuto 20 del partido amistoso del pasado viernes entre Francia y Alemania en el momento exacto en que la pelota le llegó a Patrice Evra y se oyó una detonación de tal violencia que desconcertó a los jugadores como quien los saca de un sueño. El partido se siguió jugando, pero dejó un rastro de miedo que empujó a los espectadores a dirigirse al centro del césped e incluso la selección alemana pasó la noche encerrada en el vestuario del estadio.

El miedo es un monstruo que se multiplica y no parará ahí: plana una sensación de inseguridad en el Bélgica-España y en el Inglaterra-Francia de mañana martes, como han reconocido algunos de los jugadores implicados, pero finalmente se jugarán. La decisión de celebrar los partidos es un primer acierto después de esta era que se abre a partir de ahora, puesto que no habría nada peor que alterar la normalidad y darle así la razón a la violencia. Cierto, a partir de ahora veremos medidas de seguridad más estrictas, pero pretender que los estadios de fútbol sean a partir de ahora vigilados como si fueran recintos militares es tan descabellado como utópico. A pesar de lo que digan algunos políticos iluminados, la seguridad total no existe y no es nada fácil evitar atentados en los que la persona que los comete no respeta ni su propia vida. El miedo es una reacción tan necesaria como lógica, y ayer había jugadores como Cavani o David Luiz que expresaban exageradamente que si fuera por ellos ni siquiera regresarían a París.

Pero el mal no puede evitarse, solo minimizarse. Al fútbol le tocará salir de su burbuja, convivir con la situación y seguir jugando. No hay más salida que continuar la vida con normalidad. Como el resto de los mortales.