El Bulli era su familia

FERRAN ADRIÀ

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En estos momentos de gran tristeza el único consuelo que compensa la pérdida de Juli es saber que estamos todos juntos. Su esposa, Marta, sus hijos, Panxo, Rita, Júlia... El primer trabajo de La Fundación de El Bulli será cuidar de su familia para que esté orgulloso de nosotros ahí arriba. Siempre he dicho que la Fundación se hizo más por él que por mí, porque le hacía mucha ilusión que El Bulli siguiera de algún modo, y en mi subconsciente estaba haciéndola para que él pudiera continuar con su Bulli. Era su vida, era su otra familia. Por eso haremos todo y más para que nadie olvide la importancia de su figura.

Colaboró tanto o más que yo a hacer del restaurante un lugar icónico. Por ejemplo, creó el servicio moderno, le dio el toque de informalidad sin perder la profesionalidad. ¡Las horas y horas de despacho batallando con las reservas son legendarias!

Su inteligencia era sobrenatural. Él nunca decía nada, pero iba haciendo. Tenía mucho sentido del humor; era Groucho Marx. Recuerdo mi primer encuentro serio con él. Me dijo: «Vamos al Chic de Roses de juerga». Me emborrachó con whisky. Al día siguiente no había quien fuera a trabajar. Pero fui. Supongo que me puso a prueba.

Además, era un gran pacificador. Yo soy bastante duro y él, amable, de modo que si había algún lío, lo solucionaba con su generosidad.

Porque si algo tenía Juli era generosidad. Nunca, nunca, nunca me dijo que era más importante el dinero que una idea. Éramos socios y cuando yo tenía alguna idea que significaba perder mucho dinero, como cerrar los mediodías, él tardaba cinco minutos en decirme: «Adelante». Eso sí, antes me había soltado eso de «¡estás loco!». Trabajamos más de 30 años codo con codo compartiendo más horas que con nuestras mujeres e hijos. El concepto de la familia era muy importante para él. En El Bulli lo éramos.