ANÁLISIS

Los buenos principios

ANTONIO BIGATÀ

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Aunque el Barça siempre debe poder vencer en Bilbao, constato que esta vez, en el arranque de la Liga, su triunfo fue de mucho más que tres puntos. Resultó importante jugar bien, resultó prometedor exhibir fuerza, resultó ilusionante superar -allí mismo, inmediatamente— la decepción de la Supercopa, y resultó interesante saber solventar sin ningún dramatismo las bajas de Neymar y Piqué. Encima, Luis Enrique administró bien los cambios y los tiempos, con el acierto especial de insistir en su probatura de la pretemporada colocando a Sergi Roberto en la banda derecha, donde superó ampliamente la prestación ofrecida por Dani Alves hasta su oportuna lesión. Confianza total en el canterano en el primer problema del primer partido de la Liga; no adelantemos acontecimientos, pero el rendimiento del jugador hizo pensar en las apuestas exitosas de Pep Guardiola con Busquets y Pedrito.

Lo primero es el buen rendimiento propio, pero en cualquier análisis completo también pesa la referencia al enemigo natural. Si la jornada inaugural del campeonato nos dijo algo es que el experimento del Madrid de momento no está nada cuajado. ¿Experimento? Sí, claro: despedir a un buen técnico como Ancelotti, que hizo funcionar bien una plantilla mal diseñada por Florentino, simplemente porque en ese juego llamado fútbol el año pasado el Barça fue mejor, e incorporar a un entrenador de estilo balompédico y personal completamente distinto, es un experimento. Y quizá con gaseosa, pese a que el Real Madrid volverá a obtener muchísimos puntos esta Liga y conseguirá ganar sin jugar adecuadamente en partidos tan  correosos como el que empató en Gijón, equipo recién ascendido.

El principal problema que vuelve a reflejar el Madrid es la insistencia de su entrenador, por atender a pies juntillas tanto las ideas como las cabezonadas de su director deportivo único Florentino Pérez. Las dudas de fe sobre el rendimiento a medio plazo de Cristiano Ronaldo que tiene el empresario del Real Madrid se reflejan en el desorden que le ha creado el equipo la voluntad imperial de que Bale sea la figura y referencia en el centro del campo. Con Cristiano más adelantado y Modric algo desplazado de su posición ideal para dejarle sitio al galés, aunque este último juegue tan bien como lo hizo frente al Sporting la franja ancha del campo blanco cruje. Y eso se debe a la necesidad de reorientar una vez más las funciones de Kroos y la conveniencia de asegurar cierto apoyo regular a la línea defensiva propia a través de centrocampistas de ataque. Benítez ha roto todos sus esquemas personales previos para atender a las sugerencias que le llegan desde arriba. En Gijón eso le obligó a situar inicialmente al banquillo a James y a situar en el ataque a Jesé para que le hiciese funciones de secretario particular a Cristiano en la inhabitual punta del ataque, y eso comportó que la afición, tras el mal resultado, tuviese nostalgia del ausente Benzema. Todo un lío.

Mientras Florentino fiche lo que le apetezca en vez de lo que necesita, y ordene lo que le conviene a él y no al equipo, el Barça obtendrá de vez en cuando pequeñas rentas positivas inesperadas en la clasificación, como sucedió el domingo pasado. Conclusión: el mundo blaugrana debe rezar para que ese presidente electo del Madrid, que se parece tanto a los propietarios exóticos que proliferan en el fútbol europeo, conserve el sitio. Porque el futuro no pinta bien para él, que después de las próximas elecciones podría ver devaluado tanto el peso de su palco de negocios como la influencia para conseguir de la política rentabilidades desorbitadas en asuntos como la plataforma petrolera dañina. La idea que persigue el Barça es mucho más sencilla que la suya: es el equipo quien debe ser un ente superior, no el que desea apuntarse sus éxitos.