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Buenos datos y además, ¡Buen verano!

JORDI ALBERICH

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Los datos de empleo que conocimos hace unos días permiten considerar, con toda prudencia, que la recuperación va en serio. Y, no menos importante, que comienza a traducirse en generación de empleo neto. Una excelente noticia que, sin embargo y a la vista de actitudes de nuestros gobernantes, puede llevarnos a una autocomplacencia especialmente peligrosa pues, simultáneamente, se van consolidando algunas dinámicas muy preocupantes para el mundo del trabajo. Me refiero, en concreto, a tres de ellas.

El buen dato no puede servir para legitimar, y prorrogar sin más, las que han sido las políticas europeas dominantes en los últimos tiempos. Así, nuestro Gobierno no puede refugiarse en su buena sintonía con la cancillera alemana, Angela Merkel, y el nuevo presidente  de la Comisión, Jean Claude Juncker, para obviar un debate indispensable. La manera cómo hemos padecido, y padecemos, la crisis nos obliga a favorecer, cuando no liderar, esa discusión en el seno de la Unión Europea (UE). Son muchas las voces, sensatas, que reclaman otras políticas, y razón no les falta.

Por otra parte, esta dinámica de recuperación avanza en paralelo con un proceso de deterioro de las condiciones laborales por todo el continente. Los ejemplos nos rodean: cada día son más las personas que, pese a trabajar a pleno tiempo, no llegan a final de mes. Y, desafortunadamente, no es un problema exclusivamente nuestro, la misma realidad se observa en la mayoría de países de la Unión.

Y si se consolida esta tendencia del mercado laboral, la de los llamados trabajadores pobres, estaremos atentando contra el rasgo más propio y distintivo de Europa, el que le da su sentido: que todo ciudadano tiene derecho a una vida digna.

Y, finalmente, el crecimiento económico por si mismo no generará el empleo suficiente para garantizar una mínima sostenibilidad social y económica, pues nuestra bolsa de desempleo es enorme. Por ello, se han de contemplar medidas excepcionales, aunque sean de carácter coyuntural, para favorecer la inserción laboral de los colectivos, millones de ciudadanos, en riesgo de exclusión. Por ello, aunque las experiencias de los programas de formación, financiados con fondos públicos y  gestionados por los sindicatos y las patronales, sean más bien lamentables, no debemos abandonar esta línea. Eso sí, con nuevos esquemas, transparentes y eficientes, que acompañen a esos ciudadanos que más lo necesitan, los que no han accedido jamás a un puesto de trabajo o los que ya llevan varios años sumidos en el desempleo.

Nos vamos de vacaciones con buenos datos, mejores de los esperados. A disfrutar, el que pueda, del estío pues, pese a los buenos datos, lo que nos espera a la vuelta no es poco. Y eso que dejamos de lado la política. ¡Buen verano!