Los sábados, ciencia

Buena respuesta a una mala pregunta

Todo observador terrestre tiene derecho a decir que el Sol gira a su alrededor sin que le llamen analfabeto

JORGE WAGENSBERG

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Hace unos días la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (Fecyt) publicaba los resultados de una encuesta oficial sobre la cultura científica de los españoles. La prensa diaria los recogía y comentaba con un lamento similar a este: un 25% de los españoles creen que el Sol gira alrededor de la Tierra. Me arriesgo a deducir cuál era la pregunta a partir de las respuestas: ¿cree que el Sol gira alrededor de la Tierra o es al revés? Digamos para empezar que no se trata de una buena pregunta.

En efecto, si la pregunta no especifica el sistema de referencia respecto del cual se describen las trayectorias de los cuerpos, entonces decir que el Sol gira alrededor de la Tierra resulta, como mínimo, una de las respuestas correctas. Nosotros, habitantes de un sistema de referencia solidario a nuestro planeta, vemos salir el Sol por el este, viajar por la bóveda celeste y desaparecer finalmente por el oeste. Un observador que se encuentre plantado en la terraza de su casa puede considerarse a sí mismo como un observador inmóvil que ve girar el Sol a su alrededor (preguntemos a los girasoles por qué se llaman así).

Señores encuestadores: todo observador terrestre tiene perfectísimo derecho a decir que el Sol gira a su alrededor sin que merezca por ello ser acusado de analfabeto científico. ¡Faltaría más! Y no solo eso, nadie puede reprochar a los encuestados su elección de la referencia terrestre si la pregunta no especifica ninguna otra. En la Tierra están el cien por cien de los observadores conocidos. Y respecto de ella calculamos y observamos hoy en día todo lo que se mueve por el espacio. Tomar la referencia terrestre para los cuerpos celestes no es, pues, una hipótesis exótica o descabellada. Todo lo contrario, hay otras opciones posibles, pero esta es sin duda la más natural y sensata.

En resumen, si el observador está en la Tierra el Sol gira alrededor de la Tierra. Si el observador está en el Sol, entonces es la Tierra la que gira alrededor del Sol. Y si el observador se encuentra en algún punto fijo del cosmos (por ejemplo, en una estrella muy lejana, como al parecer deseaban los encuestadores que asumieran espontáneamente los encuestados) y si además la Tierra y el Sol estuvieran solos en el universo, entonces el Sol y la Tierra girarían en torno a su centro de masas, que, debido a la tremenda masa del Sol, se ubicaría muy cerca del centro del propio Sol.

Pero como solo en nuestra galaxia hay cientos de miles de millones de estrellas con sus respectivos planetas, resulta que todos nos movemos en complejas trayectorias en torno del agujero negro que hay en el centro de la Vía Láctea.Etcétera. Si la pregunta es incompleta y admite varias respuestas, el que responde es libre de completarla a su gusto con la respuesta que elige.

El modelo heliocéntrico de Copérnico desbancó en su día al modelo geocéntrico de Ptolomeo, pero, como dice mi amigo el físico francés Jean-Marc Lévy-Leblond, la ciencia moderna no es geocéntrica ni heliocéntrica sino en todo caso policéntrica. Lo que los encuestadores parecen interpretar de las buenas respuestas a su mala pregunta es que el 25% de los ciudadanos creen que nos ha tocado el improbable e impagable privilegio de vivir en el mismísimo ombligo del cosmos. Es una idea ingenua y acientífica, desde luego, e incluso es posible que la cuarta parte de los españoles crean efectivamente en ella.Sin embargo, eso no se deduce legítimamente de la pregunta incluida en la encuesta.

Curiosamente, muy curiosamente, esta misma pregunta se ha repetido ya varias veces en otras épocas y en otros países, y siempre con el mismo ánimo de evaluar el grado de comprensión pública de la ciencia. Tengo por ello una fuerte sensación de déjà vu.

La pregunta no solo se repite sino que se repite mal. ¿Pero para qué repetir la pregunta? Nadie espera que los ciudadanos mejoren su cultura científica aprendiendo de la encuesta anterior sino, en todo caso, que aprendan durante el tiempo que media entre una encuesta y la siguiente. Y, sobre todo, ¿para qué sirve esta clase de preguntas?

Lo que hoy llamamos la comprensión pública de la ciencia no se puede evaluar con preguntas que solo pretenden reclamar datos. Otro titular derivado de esta misma encuesta es el siguiente: el 30% de los ciudadanos creen que los humanos convivieron con los dinosaurios. Son preguntaspropias de juegos como el Trivial, preguntas que reflejan más un grado de información que un grado de comprensión.

Esta clase de encuestas no invitan a razonar, sino solamente a recordar. Sus preguntas son en realidad meras etiquetas con las que se han clasificado y archivado las posibles respuestas en la memoria. Esta encuesta que nos ocupa, llamada por cierto Percepción Social de la Ciencia, se merece una continuidad en el futuro, pero lo que se merece sobre todo es cambiar de preguntas.