DOS MIRADAS

Brujas

EMMA RIVEROLA

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Sabias, desobedientes y brujas. Es el título del interesante reportaje de Nuria Marrón que EL PERIÓDICO publicó el domingo. El artículo se hacía eco del creciente interés por el estudio y la revisión de la caza de brujas, el lúgubre reverso misógino del luminoso renacimiento. Durante tres siglos, la Iglesia y el Estado unieron sus fuerzas para arrebatar a las mujeres las posiciones que habían alcanzado en la edad media.

Maestras de oficios, abadesas y sanadoras ponían en riesgo la preeminencia y los privilegios de los hombres de alto estamento. Pero la hoguera y la horca no hubieran acabado con cientos de miles de víctimas si una auténtica histeria colectiva -instigada por el poder-  no hubiera recorrido Europa.

De repente, esa vecina a la que siempre se había saludado, con la que se había compartido la hogaza de pan o incluso confiado el cuidado de los hijos, se convertía en una sierva del diablo. Aquel deje extraño en la pronunciación devenía la prueba irrefutable de su perversidad; la mancha de nacimiento en la nuca, en la marca de Satán; los ruidos nocturnos que a veces nacían en su hogar, en el precipitado aterrizaje de un vuelo en escoba. Lo que hasta entonces eran simplemente características propias, inocentes diversidades, alcanzaban un significado tan determinante que acababan convirtiéndose en diferencias insalvables. Durante siglos, el pueblo fue obediente,  se olvidó de ser sabio… y perdió.