Ni Madrid resiste

Montserrat Roig repetía que "la cultura es la opción más revolucionaria a largo plazo". Quizá ahora, si los hados hubieran sido más favorables a su optimismo y le hubieran permitido cumplir los 70 para recibir todos los honores merecidos, debería matizar: "... a muy, muy largo plazo".

Según la experiencia de los últimos decenios, la cultura ya es por completo irrelevante en la vida colectiva. Después del fracaso de los de 'la ceja', que hicieron ver que Zapatero les entusiasmaba aunque fuera mentira, ningún candidato se ha vuelto a tomar la molestia de tejer complicidades culturales o pergeñar listas de artistas y asimilados que lo glorifiquen. Ya no hace falta. La política, para los políticos y los grupos de presión. Las políticas culturales, al purgatorio neoliberal del sálvese quién pueda, los codazos y los equipamientos convertidos en grandes escaparates que no signifiquen. En España, la cultura ya no da ni para un triste manifiesto.

En este contexto más bien depresivo, la peor noticia cultural del 26-J es que el PP se ha apoderado de Madrid. La comunidad, casi municipio por municipio. La ciudad, teñida de azul en 18 de los 21 distritos. No se trata de un asedio a Manuela Carmena, de una batalla de resultado incierto. Es que han vuelto a pasar. Culturalmente, Madrid se reencuentra con la resistencia, no ante la persecución sino ante el ninguneo y la indiferencia.

Sobre todo por ello convendría la solidaridad de Barcelona en forma de apuesta por las nuevas formas de implicación de la cultura en los procesos de interrogación y transformación de la sociedad. Más que un pacto cultural, Catalunya necesita una apuesta por la cultura, que despliegue, que conecte y se conecte en red, que se implique. ¿Que tal si empezamos por demoler la idea, copiada del Madrid del PP, de confundir los equipamientos de Barcelona con aparadores fucionarizados? Eso pretenden los huelguistas. Pero necesitamos laboratorios.