Pequeño observatorio

La oportuna lección de Borja de Riquer

El presidente de la Acadèmia de Bones Lletres traza una lúcida exposición del presente

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JOSEP MARIA ESPINÀS

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Como miembro de la Acadèmia de Bones Lletres me avergüenzo de no haber asistido desde hace un tiempo a sus sesiones. La excusa de que a las siete de la tarde suelo estar ocupado me doy cuenta de que no es válida. Me corregiré, sabios y admirados colegas. Confieso que ha influido en mi propósito la lectura de un artículo escrito por Borja de Riquer Permanyer, actual presidente de esta histórica entidad, fundada un lejano 1729. El artículo no habla del pasado, sino que es una lúcida exposición del presente.

«Las intransigencias españolistas de hoy responden a unos intereses muy precisos: la necesidad de mantener el actual modelo de Estado-nación y de continuar con las prácticas centralizadoras y uniformistas de siempre. El auténtico poder en España está en manos de un sector que no soporta las diferencias identitarias y no quiere ninguna redistribución del poder». «Se trata de una especie de corte de intereses, establecida en Madrid, integrada por banqueros, gestores de empresas multinacionales, altos funcionarios y dirigentes y exdirigentes de partidos políticos, que tiene la firme voluntad de no hacer ninguna concesión de poder, ni en el terreno político -soberanía- ni en economía -financiación-». «Rajoy es un ejemplo evidente de estas actitudes. Es incapaz de ofrecer a los catalanes un proyecto de futuro alentador, y actúa mucho más como un funcionario nacionalista del siglo XIX que como un demócrata europeo de hoy».

Confieso que no había leído nunca un análisis tan preciso y contundente de una situación política y social. Borja de Riquer afirma que una de las cosas que más sorprenden a muchos analistas internacionales, e incluso a diplomáticos, sobre el conflicto entre los gobiernos español y catalán es la total ausencia de contrapropuestas españolas para neutralizar las demandas catalanas. Recuerdo la clásica sentencia castellana: «Sostenella y no enmendalla». Muchas terquedades sociales o políticas han debido rendirse a la larga terquedad de los hechos.