'Borgen' a la catalana

Tanto en el modelo escandinavo como aquí, la política se nutre de miserias y traiciones

NEUS TOMÀS

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Cuando se habla de transparencia, sueldos públicos y 'tarjetas black' se compara la falta de escrúpulos de la política mediterránea con la pulcritud de los gestores nórdicos. Más allá de los tópicos, que si existen, por algo será, el nivel de intolerancia ciudadana al abuso de los recursos públicos en estas lindes empieza a parecerse ya a la de los ciudadanos del norte. Ya era hora.

En 'Borgen', una serie danesa recomendable en general para interesados en la política y en particular para los fans de 'El ala oeste de la Casa Blanca', hay políticos que se mueven por la ciudad en bicicleta y que comparecen ante los medios mucho más de lo que aquí estamos acostumbrados. Y no es palabrería: el año pasado, Mariano Rajoy solo concedió tres entrevistas. En todo un curso, tres. Por no hablar de las comparecencias vía plasma o las ruedas de prensa amañadas. El modelo de rendición de cuentas permanente del ficticio gobierno de coalición danés, presidido por una mujer (sí, aquí suena a ciencia ficción), es envidiable, y esperemos que la exigencia de regeneración democrática incluya también aquí dar la cara más a menudo. De todos modos, tampoco conviene magnificar la fórmula escandinava. La serie, que toma prestado el nombre de la Oficina del primer ministro danés, retrata cómo también, en el gélido norte, la gestión pública se nutre de miserias y traiciones. Para que nadie se enfade con las comparaciones lo dejaremos en maniobras poco claras. Algo así como los cruces de reproches, filtraciones interesadas y versiones contradictorias de las negociaciones que Artur Mas y Oriol Junqueras están llevando a cabo para intentar desencallar el lío en el que se han metido después de que el presidente de la Generalitat se sacase de la manga la propuesta de una lista unitaria y, por lo que parece, exclusiva. Sumen a este vodevil a otros actores nada secundarios: la Assemblea Nacional Catalana -que con sus líos internos empieza a merecer ya una serie propia- y Òmnium, que parece ir a remolque aunque cuesta adivinar a quién pretende seguir.

ALGO DE RESPETO

Descontado, pues, el componente de juego sucio intrínseco -que no exclusivo- de la política, quedémonos con la relación que los políticos (ficticios) daneses intentar mantener con los ciudadanos. Un vínculo basado en el respeto. Vamos, no tomar el pelo con presupuestos dignos del mejor prestidigitador, despidos en diferido de presuntos ladrones, operaciones de Estado como la salida a bolsa de Bankia, comparecencias parlamentarias como la de Jordi Pujol o leyes mordaza que recuerdan tiempos predemocráticos.