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Blanca Ohlsson: "Cuando subo al valle, acaricio a los esturiones"

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zentauroepp41213567 barcelona 06 12 2017 contra blanca ohlsson cr a esturione171208135832 / Ferran Sendra

Núria Navarro

Núria Navarro

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Si les dicen que esta donostiarra de origen sueco ha vendido una nevera a un esquimal, créanselo. Blanca Ohlsson negoció en Shanghái cuando nadie ponía un pie en China, medió en la reconstrucción de Haití tras el terremoto del 2010 y ahora acaricia esturiones en el Vall d’Arán, donde 40.000 ejemplares se crían aprovechando el calorcito de los generadores de una central eléctrica y a cambio dan un caviar –el Nacarii– que llega a la mesa de la casa real sueca.

¿Esturiones? Siberanianos.

¿De Siberia? Vienen de Francia e Italia. Siberiano ['acipenser baerii'] es la especie de esturión.

Mire que son feos, ¿eh? ¡Son mis peces! Cuando subo al valle, los acaricio. Son peces antediluvianos. Grandes y fuertes. Un beluga puede llegar a los tres metros y los 200 kilos. Los criamos en las piscinas de una planta de producción de electricidad en Les, con agua pura del Garona.

¿Qué hacen en la planta eléctrica? Los introdujeron a finales de los 90, un poco por el capricho de los operarios de la planta. La primera producción de caviar para la venta no fue hasta la Navidad del 2005. Hoy producimos 800 kilos al año.

Eso es tela de caviar. Para obtener un kilo hay que invertir entre 9 y 10 años en criar al pez. Hasta los 4 años no sabes si son machos o hembras. Y una vez sabes que son hembras, hay que esperar 4 o 5 años a que llegue a la madurez sexual.

¿De ahí que sea carísimo? A partir de 2.000 euros el kilo. Pero la ración media por persona son 10 o 15 gramos. Unos 20 o 30 euros. 

¿Qué hay que sentir por ese precio? El caviar no explota, se funde. Va soltando matices en la boca. Un fuerte sabor a mar, aspereza, un punto amargo, frutos secos, barro. 

¿Con quién compartiría una lata de kilo? Con Alain Delon. Siempre me ha gustado.

Muy 'vintage'. ¿Cómo ha ido usted a conectar con el Vall d’Aran? Mi familia siempre ha tenido casa en Vaquèira. Yo empecé a esquiar a los 2 años. Iba del internado al valle. Hace dos años y medio, después de pasar muchos años fuera de España y de romper con mi novio, me instalé allí. Y conocí a la chica donostiarra que lleva la tienda de caviar de Vielha. Ella me descubrió el mundo del esturión.

Nada que ver con lo que hizo antes. No.

Vayamos hacia atrás. A los 23 años, tras estudiar Empresariales en Deusto, obtuve una beca ICEX de internacionalización empresarial. Durante casi dos años trabajé en el departamento agroalimentario de la oficina comercial en Shanghái, cuando estaba prohibido entrar el jamón en China. De vuelta a Madrid, estuve en una consultora de ayuda a la inversión para el desarrollo en países complicados, y en enero del 2010 se produjo el terremoto en Haití.

316.000 muertos, 1,5 millones de personas sin hogar. ¿La enviaron? Sí. El Ministerio de Exteriores necesitaba información para gestionar la inversión de empresas que querían participar en la reconstrucción. En 10 días estaba allí. Me vinieron a buscar de la embajada con un coche blindado –"no te acostumbres, esto es peligroso", fue lo primero que me dijeron– y me hicieron un huequito debajo de la escalera de la oficina de cooperación. Costó encontrar una casita que no se cayera, que tuviera rejas. No había luz. Tenía un tío con una metralleta en la puerta. Había alertas de huracán. Me tocó el cólera.

Un 'pack' completo en el infierno. No acaba ahí. Volvía para las vacaciones de Navidad el día de la segunda vuelta de las elecciones. Había un claro favorito y ganó el otro candidato. Salí de casa y vi la guerra. Contenedores quemados, gente armada. No llegamos al aeropuerto.

Amarga Navidad. Había muerto una tía en España y quería llegar al funeral a toda costa. Lloré a mares. En el frigorífico no había nada y no podía salir. Unos amigos y yo pasamos una semana a base de arroz y cerveza. Corrió que estaban evacuando a los de la UE en tanques y no nos decían nada.

¿Qué pasó? Me avisaron que salía un vuelo para Nueva York y pillando wifi de un vecino, compré el billete y me fui con lo puesto. Ya en Madrid expliqué que no era momento para proyectos de inversión, sino para la ayuda humanitaria.

Es usted una mujer singular. Desde jovencita he estado metida en todos los ajos. Diría que soy una 'solucionamarrones'. Suerte que los esturiones son tranquilos.