Los jueves, economía

BIS, FMI y BCE: suma de avisos

La perspectiva para el 2016 no es buena, y no será fácil ampliar las políticas monetarias en favor del euro

JOSEP
Oliver Alonso

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A unque uno tiende al optimismo, lo cierto es que el cúmulo de avisos y advertencias es tal, y tan continuado, que lentamente van erosionándolo. Vean si no. Primero fue el Bank of International Settlements (el BIS para los amigos), el banco central de los bancos centrales para que nos entendamos, y la única gran institución que, ya en el 2006, avisó de la tempestad que acabó descargando en el 2007-2008. Con estas credenciales, comprenderán que haya que escuchar atentamente su opinión. Y en su última Quarterly Review, publicada a finales de septiembre, lanzó un duro aviso a navegantes: el crecimiento de los países emergentes está amenazado, tanto por la vulnerabilidad que provoca el aumento de su deuda crediticia en dólares (de más del 50% desde el 2009, hasta alcanzar los 9,6 billones) cuando este sube de precio, como por los muy elevados incrementos del crédito interno, los precios de las acciones y los precios inmobiliarios de esos países. ¿Les recuerda algo esta situación?

Después han sido tanto el FMI como su directora general, Christine Lagarde, advirtiendo de que los países emergentes, y los mercados de bonos, debían prepararse para los más que previsibles aumentos de quiebras empresariales en cuanto la Fed y otros bancos centrales comiencen a elevar los tipos de interés. Anteayer mismo, el FMI avisaba de que el crecimiento mundial para el 2016 será el peor desde el inicio de la crisis. Por último, y aunque el BCE no se ha pronunciado taxativamente, por sus obras se le conoce. Y así, en septiembre ya amplió su programa de expansión monetaria, al tiempo que anunciaba que, si fuera preciso, lo extendería más allá de los 1,2 billones de euros, que se alcanzarán en septiembre del 2016. Por si todo lo anterior no fuera bastante, se acumulan evidencias de que la próxima ronda de resultados de las principales empresas americanas, que se inicia esta misma semana, va a ser decepcionante, y con ella podrían emerger nuevas presiones bajistas sobre una bolsa americana que, aunque se ha recuperado un tanto tras las caídas de agosto, continúa teniendo mal de altura.

Tras tanto pesimismo se esconde la preocupación sobre los efectos de las caídas de precios de primeras materias y el petróleo en el crecimiento de los países exportadores, que hasta ahora han sido los que, junto a una China impulsora de su demanda, han sostenido el crecimiento mundial. Pero para algunos lo más preocupante del colapso de esos precios es que aún no parece haber terminado: según algunas estimaciones, le queda un largo recorrido para recuperar la tendencia histórica anterior.

Tipos de interés

Y con su caída regresan los fantasmas de la deflación, unos fantasmas que han atenazado a Occidente desde principios de siglo. Primero fueron los años 2001-2003, cuando el temor a caer en ella justificó una laxa política monetaria. Que, justamente, estuvo en la base de la burbuja crediticia y de precios de activos que estalló en el 2007-2008. Después, al principio de la crisis financiera, apareció de nuevo el espectro de la caída de precios, entonces más preocupante dado el elevado endeudamiento de familias y empresas. Se conjuró su peligro con unos estímulos monetarios excepcionales. Pero ahora regresa de nuevo (los precios al consumo han retrocedido en la zona euro un -0,1% en septiembre). Y además, con una marcada diferencia: los instrumentos de política monetaria (tipos de interés y compra de bonos) están ya más que agotados (en EEUU, Gran Bretaña o Japón) o no será fácil ampliarlos sustancialmente (en el área del euro).

Ante este panorama un tanto desolador, parece que la Fed podría optar por no elevar los tipos de interés en el 2015 y dejarlo para el 2016 si es que es posible. Algo de eso hay en el rebote de la bolsa española y europea de esta semana. Pero el retraso del alza es pan para hoy y hambre para mañana. Y mientras, en la zona euro los primeros síntomas de la frenada se han comenzado a sentir: la caída de los pedidos industriales en Alemania en agosto y septiembre parece responder a la debilidad de la demanda de los emergentes. Y aunque aquí, en casa, el FMI todavía apuesta por un aumento del PIB del 2,5% para el 2016, ya veremos si esas previsiones se mantienen los próximos meses.

La cúpula protectora de la intervención de los bancos centrales ha comenzado a resquebrajarse en EEUU. En un futuro no muy lejano la protección aquí también tenderá a reducirse. Sin el impulso de China y del resto de países emergentes, con problemas más que evidentes en los occidentales y el agotamiento de la política monetaria, se me antoja que estamos entrando de nuevo en aguas turbulentas. De hecho, probablemente no hemos salido nunca de ellas, aunque algunos espejismos provocados por las masivas intervenciones de la banca central nos lo hubieran hecho creer.

Catedrático de Economía Aplicada (UAB).