JB Cendrós, el indómito

Joan B. Cendrós.

Joan B. Cendrós.

XAVIER BRU DE SALA

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Ante todo conviene despejar un malentendido que distorsiona la historia del mecenazgo cultural en la Catalunya resistente. De los cinco fundadores de Òmnium, sOlo uno nació rico, y aUn así no volvió del exilio hasta avanzada la posguerra. Por lo menos tres de los demás, los más famosos, Lluís Carulla, Fèlix Millet y Joan Baptista Cendrós, provenían de clases medias, por no decir menestrales, e hicieron su fortuna en la posguerra. Tal vez se volvieran burgueses pero no se criaron entre algodones. Al contrario. Igual que el mismísimo Joan Maragall, hijo de un vendedor avispado que se enriqueció. Recordaba el poeta: “Cuando era pequeño vivía acurrucado en una calle estrecha”. Como estos tres mecenas de la cultura catalana. Alcurnia, pues, pertenencia por nacimiento o por tradición familiar a las clases altas, o si queréis explotadoras, nada de nada de nada, más allá de la tergiversación y la desinformación. Los ricos, los burgueses de toda la vida, las clases dominantes, no movieron un dedo por la cultura y la lengua catalanas. Que conste.

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Entre los 'self made men' que fundaron Òmnium, JB Cendrós destacaba por su indómita personalidad. Intemperante pero afectuoso, sincero, de reacciones expeditivas. El 72 gané el Carles Riba y me entregó un talón con 25.000 pesetas en la editorial Proa, de su propiedad, donde publicaba entre otras novedades las primeras traducciones de Henry Miller. Con la insolencia de los 20 años le dije que era muy poco y se quedó de una pieza. Joan Oliver, Pere Quart, que trabajaba para él y también estaba en su despacho, me miró con una sonrisa contenida de complicidad. ¡Ay, ay! Pues bien, al año siguiente subió la dotación a 50.000 pesetas. En aquel pequeño mundo, los pocos mecenas que podían y querían contribuir lo hacían así, a corazón caliente y sin tapujos.

Quien quiera saber más: la exposición en el Palau Robert y la espléndida biografía de Genís Sinca 'El cavaller Floïd'.

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