#ouyeah

Bimentalismo

RISTO MEJIDE

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Vivir es elegir. Decantarse por algo. Tomar partido. O tomar la decisión de no hacer nada, lo que ya se conoce como hacer un Rajoy. Por eso, si quieres que un niño coma sano, dale siempre a elegir entre dos opciones que te interesen. Qué quieres, fruta o verdura. Carne blanca o pescado azul. Agüita fresca o zumo de frutas. De este modo, se sentirá vivo. Se sentirá libre. Se sentirá bien. Le estarás creando una falsa sensación de independencia, una pecera de plástico para el alma, unas urnas en pequeñito y un entorno controlado en el que elija lo que elija, ganarás tú.

El cerebro humano, incapaz de retener más de tres opciones sin ponerse a contar, se encuentra muy cómodo entre sólo dos polos. Cada vez que le simplificamos las cosas, nos lo agradece. Tal como se estudia ya en las escuelas de negocios, una de las claves del éxito irrefutable de Mercadona fue reducir el número de referencias en el lineal. Y es que para nuestras neuronas, menos es más.

Yo lo llamo bimentalismo. El proceso por el que siempre buscamos las dos principales opciones por las que decidirnos. La decisión encubierta de no buscar una tercera, para no complicarnos la vida. El Principio de Pareto para avanzar. La reducción a la parejita, que para qué va a haber más.

Es lo que usan los magos y trileros para engañarnos. Nada por aquí, nada por allá. Para que no te plantees el acullá. Porque es acullá donde están todos los trucos, donde siempre se esconde la pelotita, donde están los matices y los detalles y las trampas que nos ayudarían a entender y a descubrir lo que no quieren que veamos, lo que nos daría algo en lo que pensar.

Bimentalismo publicitario. Porque también lo utilizamos los publicistas. O eres de los míos, o te dejas engañar por los demás. Si no compras mi solución tienes un problema. O peor, te vas con otro que crees que te lo va a solucionar. Y si encuentra algo mejor, cómprelo. Polarizar, si puede ser contra la competencia, es la manera más rápida de vender. O eres de Nocilla, o de Nutella. O eres de Nesquik, o de Cola-Cao. El gran Alex Bogusky, uno de los mejores publicitarios del último siglo, defiende que para tener una marca poderosa es necesario dividir a tu audiencia entre los que están contigo y los que están contra ti. Ojo al verbo que utiliza. No es optativo. Es necesario. Que si no lo consigues, no estás contra nada o contra nadie. Que si no polarizas, no eres marca, ya no estás.

Y por lo tanto, bimentalismo propagandístico también. Porque los políticos lo saben como si lo hubieran parido. Y porque de hecho, lo siguen pariendo cada día. En Catalunya parece que murió la tercera vía, y se llevó por delante a todos los que se atrevieron siquiera a pronunciarla. En España, tan cómodos que estábamos viviendo en una sencilla línea que dividía a las izquierdas y a las derechas, hasta que llegó un señor que nos dijo que ellos eran la casta, e introdujo en nuestras cabezas el eje vertical, descubriendo el discurso de los de arriba y los de abajo. Y ahora surge otro que nos añade la tercera dimensión, los nuevos y los viejos partidos. El tercero en discordia ya no sale en la foto, así que mejor volver a hacer la lista desde cero, y hasta el infinito y más allá.

George Lakoff hablaba de resituar el marco de referencia. Los matemáticos y los científicos hablan de un cambio en el sistema de coordenadas. Y en cine, se dice que hay que evitar el salto de eje, si no se quiere confundir al espectador. Vamos, que si alguien te quiere liar la cabeza, hacerte dudar o simplemente cambiar tu decisión, te salta de eje y listos.

Por eso, me entra la risa floja cada vez que escucho que estamos viviendo el fin del bipartidismo. Cuando creo que estamos viviendo justo lo contrario. Estamos en la edad de oro del bimentalismo. La era de los nuestros y los suyos. Los de aquí y los de allá. Moros y cristianos. Separatistas y unionistas. Casta y populismo. Blanco y negro. Sin escala de gris. No me seas aburrido, por dios.

Es el momento en el que brillan las encuestas, esa otra falacia colectiva que nos encanta agitar cada vez que alguien nos predice lo que pasará simplemente porque lo ha preguntado. Como si no mintiésemos descaradamente cada vez que se nos pone una alcachofa delante para conocer nuestras decisiones más íntimas. Como si no fuésemos mucho más mediocres ante unas urnas. Tú pregúntale a todos los matrimonios de más de 10 años de este país por sus respectivas parejas, y concluirás que en el próximo año un 99,99% se divorciará. Ahora bien, ponles la demanda de divorcio delante y conocerás la realidad. Una realidad mucho más compleja, matizada y que, seguramente, siempre nos sorprenderá. A los de arriba y a los de abajo. A los de aquí y a los de allá. A la casta y al populismo. Al que se viene arriba y al que se va.

Y es que, aunque no nos guste reconocerlo, simplificamos la realidad con la cabeza.

Pero acabamos eligiendo con el corazón.