La clave

Bienvenido al club, Pablo

ENRIC HERNÀNDEZ

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Reconozcámoslo de una vez: las estructuras del Estado, trabajosamente levantadas desde la transición sobre los escombros franquistas, se desmoronan hoy carcomidas por la corrupción en el sentido más amplio: el drenaje de fondos públicos hacia bolsillos privados, la connivencia impúdica entre reguladores y regulados, la opaca ocupación de las instituciones con fines clientelares y el manoseo de la legalidad en la refriega política, cuyo epítome es la presión sobre los fiscales de Catalunya para que prevariquen al interponer una querella contra Artur Mas a sabiendas de su injusticia, pues no han hallado conductas punibles en la organización del 9-N. Y mientras el castillo de naipes se derrumba, la sociedad, hastiada, ya ni siquiera pide cuentas a quienes lo erigieron; según las encuestas, cada vez más electores prefieren que otros arquitectos lo reconstruyan, a poder ser con cimientos más sólidos y saneados.

Se da así la paradoja de que a Podemos, que recién incorporado al sistema de partidos surfea ya en la cresta de la ola demoscópica, se le conmina a presentar cuanto antes el programa electoral realista del que todavía carece para superar la crisis económica, combatir la desigualdad, regenerar la democracia y reconducir el conflicto territorial, con la independencia de Catalunya en el horizonte. Ahí es nada.

Igual que sus rivales

Exigencias excepcionales para circunstancias excepcionales. Que el equipo de Pablo Iglesias haya acertado en el diagnóstico no prejuzga, necesariamente, que lo haga también con las recetas a aplicar; eso es lo que aún debe demostrar. Puesto que nunca antes una formación neonata había adquirido tan velozmente la madurez electoral, Podemos debe someterse, ineludiblemente, a un escrutinio público tanto o más severo que el que padecen sus rivales. De ahí que el periodismo hurgue en el pensamiento ignoto de sus líderes, en sus deslices pasados y en sus contradicciones presentes. Y que exija, ante todo, las respuestas que reclaman los ciudadanos. En esto de la democracia todos lucimos todavía la L en el parabrisas, pero alguna lección hemos aprendido. Pablo y compañía, bienvenidos al club.