El Bernabéu, ¿cuestión menor?

ANTONIO BIGATÁ

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El miércoles el Barça cayó dignamente de pie. Luchó mucho y bien, mereció meter algún gol, pero la Juve demostró que lo que se dijo después de París, antes de la remontada milagrosa, era verdad: el Barça de Luis Enrique es muy bueno pero no fuerte, no consistente, no parido para la lucha intensa que en el 2017 plantean los grandes equipos que son simultáneamente técnicos, físicos y tácticos. Ahora, tras no poderle meter un gol en dos partidos a la perfección defensiva de Buffon y sus escuderos, eso queda bastante claro. Sobre todo porque este miércoles jugó a fondo y puso la clase, el corazón y los testículos que tiene. ¡Claro que tenía que ponerse a llorar Neymar!

Ese encuentro informó de una cosa más: el Barça está psicológicamente más débil de lo que temíamos. La Juve supo qué perfidia tenía que aplicar, como lo sabía el PSG en su casa. El Barça, no. El Barça únicamente sabía que tenía que atacar y arropar a Messi. Era una buena idea aunque demasiado simple, poco malvada, y no incluía matices sobre cómo hacerlo y cómo variarla. Ni funcionaron (si existían) las fórmulas supuestamente dadas por el entrenador por si no se movía el 0-0, ni tampoco otras nacidas en el instinto de los jugadores más sabios. Insisto: psicológicamente no andaba sobrado y poner a Piqué de ariete era la única carta oculta en la manga. Así, puso la carne en el asador, jugó lo que pudo, pero fue inferior. Tenía a Messi, que asimismo hizo lo que pudo pero también estuvo inferior. Delante había más estrategia.

EL RELEVO DEL ENTRENADOR

¿Qué tendrá que cambiar el Barça para ganar el curso que viene con normalidad al PSG y la Juve además de a Luis Enrique, sustituido por alguien menos estresado? Atención: es una cuestión difícil. Porque aunque carezca de buen banquillo el Barça tiene una docena de titulares de entre los mejores jugadores del mundo. Si se desprende de cualquiera de ellos puede darse la paradoja de que se vaya a la Juve, se convierta allí fácilmente en titular y la refuerce, como ha sucedido con Alves. Concretemos un poco: Jordi Alba este año ha flojeado, falta un lateral derecho especialista de la talla de Carvajal, si Rakitic no recupera regularidad y eficacia es sustituible… ¿Pero con tres nuevos titulares en esas demarcaciones se resolverá todo? Creo que no. Al Barça como equipo le falta algo más, debe replantearse como conjunto para ser más duro e intenso, y ha de reformatear su psicología. Su crisis es más sutil que las que se resuelven apedazando la alineación.

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Encima están las amenazas que penden sobre su cabeza, que son más reales que nunca. La primera es que Messi piense en lo que podría hacer en los años de carrera que le quedan en una Juve (con esa solidez defensiva detrás), o en el PSG o el Mónaco (con la fuerza y la técnica de los centrocampistas incansables que poseen). Y encima sin las persecuciones extradeportivas que aquí le llegan desde Madrid. La segunda amenaza es que lo piense Neymar, que es imposible que no desee jugar sin árbitros tan vergonzosamente consentidores de la antideportividad como los españoles, que semana a semana minan la alegría de jugar a su manera. Fíjense que escribo únicamente de ideas, no de mejoras económicas.

AHORA, EL BERNABÉU

En Madrid mañana puede pasar cualquier cosa, más allá del arbitraje o de la llamémosla fortuna habitual del Real, que es menos suerte de lo que parece. Porque, por ejemplo, los goles de Sergio Ramos en los córners de los minutos finales se deben más a pantallas en falta hechas por sus compañeros que a caprichos del azar. Y tantos fueras de juego invisibles para quienes están allí para detectarlos solo se explican por el miedo reverencial a pitarlos (un pavor que se fabrica desde el palco).

Si hay posibilidad de imponerse en el Bernabéu a través de fútbol, a pesar de todos los problemas descritos, el Barça tiene fútbol para aprovecharla. Pero la sinceridad me obliga a decir que considero más importante la solución de las cuestiones que condicionan su futuro que el improbable desenlace a favor de esta Liga en que el equipo ha sido tan irregular. El Madrid, por cierto, tiene buen equipo pero ha estado igual de irregular. Va delante porque sí que ha tenido a su favor regularidad en eso que líneas arriba me he negado a llamar suerte. En la movida cultural del siglo pasado algunos dieron en la diana con la frase "Madrid me mata". Ahora, si lo aplicásemos a lo futbolístico, para ganar precisión tendría que decirse que, como pasó con el pobre Bayern, "Madrid asesina".