Al contrataque

BCNGol

Ernest Folch

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Se confirma que el tamaño de una noticia nada tiene que ver con su importancia sino con su intencionalidad política. El anverso de un suceso puede tener una importancia exponencialmente superior al de su propio reverso, como saben bien los condenados por las penas de telediario, que son relegados a un breve cuando su causa es archivada. Uno de los ejemplos más espeluznantes de este contraste es este engendro bautizado como BCN World, finiquitado ahora casi en silencio y que llegó con toda la fanfarria institucional y, eso sí, con el pretendido aval de crear unos indeterminados puestos de trabajo a los que se les caía un cero a cada nueva revelación del proyecto.

Primero fue, cuando la broma se llamaba Eurovegas, la visita caricaturesca de Adelson, recibido como si fuera un jefe de Estado en un ejercicio inédito de provincianismo, que terminó en un conocido fiasco. Luego fue la llegada pretendidamente celestial de Veremonte, que era un eufemismo para esconder que detrás del proyecto estaba el sospechoso Enrique Bañuelosque hizo su fortuna y sus deudas surfeando encima de la ola del ladrillo. Hubo una calculada y planificada procesión de sus responsables por todos los medios para que el país entendiera que había que legislar ad hoc para ellos y ceder a todas sus pretensiones: primero se aprobó una escandalosa rebaja fiscal a la carta justo en el momento en que se hacía pedagogía sobre la conveniencia social de subir los impuestos; luego se permitió la construcción, no prevista inicialmente, de 2.500 viviendas, para más tarde aceptar la edificación de torres de hasta 80 metros de altura. Y cuando ya les habíamos entregado hasta nuestra propia dignidad, se dan a la fuga con un ruido mediático inversamente proporcional al de cuando llegaron y sin emitir ni un miserable comunicado.

Sonora derrota moral

La misma Generalitat que sacaba pecho se esconde ahora en lacónicas intervenciones en el Parlament y nos asegura que quizá se harán cargo del proyecto las empresas locales que en su día eran marginadas para facilitar la inversión a los reyes midas blanqueados cinco minutos antes de aparecer en nuestros medios. No me dirán que no es grotesco que aquellos grandes titulares, aquellas espectaculares entrevistas, aquel pomposo despliegue institucional, termine ahora en un humillante breve que, como un rabo entre las piernas, explica mejor que nada nuestra gran y sonora derrota moral. Alguien dijo que el desembarco de BCNWorld servía al menos para discutir qué modelo de país queríamos. Falso. Más bien ha sido un espejo donde hemos visto reflejado nuestro cinismo y nuestras propias mentiras, compradas siempre a tiempo. A ver si la próxima vez que nos anuncien humo aprendemos de este ridículo estrepitoso que ahora escondemos a pie de página. Más que BCNWorld ha sido BCNGol. En propia puerta.