La 'batasunización' del proceso

La visita supone un triunfo de la estrategia de la CUP y otro ejemplo más de la subordinación de CDC al radicalismo de los anticapitalistas

JOAQUIM COLL

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No hace falta ser un federalista impenitente para darse cuenta de lo que está sucediendo en Catalunya. Incluso una guardiana del proceso como Pilar Rahola, en su papel de ultranacionalista de orden, lo escribía con profunda preocupación el pasado 7 de abril. «¿Estamos pasando de la revuelta de las sonrisas a la 'batasunización' del proceso?, ¿la estrategia del resistencialismo estético de la CUP está impregnando a JxSí, a la ANC y al conjunto del movimiento?, en definitiva, ¿está la CUP abduciendo a JxSí?». Y concluía de forma aún más inquietante: «Volvemos a los años treinta y cometemos los mismos errores». Pues bien, la visita ayer de Arnaldo Otegi al Parlament, con todos los honores que supone ser recibido por la presidenta de la Cámara, supone un triunfo de la estrategia de los anticapitalistas a favor de la unilateralidad y otro ejemplo más de la subordinación de CDC al radicalismo de la CUP.

El problema no es que alguien que se ha pasado 14 años en la cárcel, condenado por estar a las órdenes de ETA, quiera hacer política desde las instituciones. La cuestión, como ayer afirmaba Enric Hernàndez en EL PERIÓDICO, es que los demócratas solo podremos darle la bienvenida (Ongi etorri, Arnaldo) el día que pida perdón a la víctimas y su arrepentimiento sea auténtico. Cuando empiece a llamar a las cosas por su nombre. El día que a la violencia terrorista no la denomine «violencia armada o expresión de un conflicto político».

Ayer volvimos a escuchar su negativa a pronunciar esas palabras en la complaciente entrevista de Mònica Terribas en Catalunya Ràdio. «Condenar la violencia armada es una categoría moral», dijo. Para Otegi lo único importante es la estrategia política, no las consideraciones éticas o morales. El Estado de derecho, la democracia y el respeto a los derechos humanos son puramente instrumentales en su proyecto independentista. Encima quiere pasar a la historia como un Nelson Mandela, un amante de la paz, un hombre que ya antes de ir a la cárcel trabajaba por la reconciliación de los vascos. Solo supo anticipar a los suyos que la derrota de ETA en manos de la policía y la justicia era inevitable y que estaba muy cerca de producirse. La catástrofe social y humana del terrorismo iba a ser políticamente insoportable para el mundo aberzale. Urgía otra estrategia.

MIRAR PARA OTRO LADO

La polémica visita de Otegi nos pone frente al espejo de la 'batasunización' de la política catalana, también con consecuencias sociales. Ayer mismo, por ejemplo, teníamos noticias de otro episodio de violencia y coacción dirigido contra quienes son contrarios al proceso separatista. En la Universitat de Lleida la profesora Inma Manso necesita protección policial. Los intolerantes le boicotean las clases y la quieren expulsar porque además de docente es la subdelegada del Gobierno español en esa provincia.

Lo triste es que muchas veces este tipo de actitudes violentas, como las agresiones que sufren los jóvenes de Societat Civil Catalana en la UAB, no son condenadas por las instituciones o denunciadas por los medios. Hay un clima de indiferencia, de mirar para otro lado. A no atreverse a llamar a las cosas por su nombre. A no denunciar el fascismo encubierto de los radicales. Una sociedad que banaliza el terrorismo o asume como normal las coacciones contra los que no son nacionalistas, no es una sociedad realmente democrática. La batasunización del proceso es señal de su fracaso, pero también debería advertirnos de sus coletazos violentos.