La batalla de los mercados
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
Fuera de la burbuja de los dirigentes independentistas cuesta entender el callejón sin salida en el que se han metido desde el martes pasado. Avanzar en el camino de la Declaración Unilateral de Independencia (DUI) aparenta ser aún más insensato que organizar un referéndum contra el Estado como el del 1-O. De la DUI solo se puede salir con las piernas políticas por delante esperando que la aplicación del artículo 155 desate en las siguientes elecciones una ola de apoyo a las fuerzas independentistas que derborde a la España constitucional. Eso siempre que en las elecciones pueda concurrir algún partido envuelto en la estelada. Ese es el cuadro dibujado por Rajoy en el burofax que le ha enviado a Puigdemont. Frente a este marco, hay la alternativa del 'wishful tinking' del soberanismo civil: la UE acabará mediando y obligando a Madrid a aceptar un referéndum. Una posibilidad ahora remota a pesar de que en una semana tanto el presidente del Consejo de la UE, Donald Tusk, y el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, han reconocido a Puigdemont como sujeto pero están lejos de verlo como un sujeto político o un actor. Esta doble realidad explica el tiempo muerto que se han dado Rajoy y Puigdenmont. El primero quiere ganar la batalla interna sin perder la exterior y el segundo quiere conseguir fuera lo que no ha logrado en casa.
Pero aunque sus adversarios los menosprecien, los miembros del sanedrín independentista saben leer y escribir, aunque su texto no guste a muchos de sus antiguos amigos en los círculos del poder. En ese núcleo se plantea esta fase del conflicto con el rabo del ojo puesto en los mercados financieros. Según su análisis, lógicamente de parte, el independentismo debe conseguir aguantar el pulso de la DUI unos días más. De esta manera afloraría la presión que está sufriendo la prima de riesgo de la deuda española amenazada por un hipotético impago de Catalunya o por la pérdida del 20% de su PIB. En esta realidad paralela, la prolongación de la incertidumbre con la DUI acabaría estallándole en la cara a Rajoy, bien porque el BCE le exija una solución, bien porque pare las ayudas y la prima de riesgo vuelva a los peores años de la crisis. Todo esto podría parecer un sueño húmedo de los dirigentes independentistas, pero también es cierto que algunas actuaciones del Gobierno de España podrían dar credibilidad a la teoría. Si dejamos los bancos al margen, la campaña de captación de sedes sociales de sociedades mercantiles catalanas no significaría otra cosa que trasladar parte de ese PIB para apuntalar la solvencica del Reino de España. De igual manera, los dos anuncios del Consejo de Ministros de este viernes se pueden interpretar en esta línea: por un lado, poner al descubierto el impacto sobe el PIB de la crisis catalana para sacarse de encima una hipotética presión exterior y, por el otro, paralizar el envío de las previsiones macroeconómicas a Bruselas para justamente trasladar a presión a Bruselas en el sentido contrario al que pretende el sanedrín independentista. Esta es la cara B de este pulso.
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