Análisis

La batalla de la Explanada

RAFAEL VILASANJUAN

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La lógica de lo posible no es una asignatura para israelís y palestinos, porque tras la guerra de los seis días, sigue otra intermitente que dura ya casi medio siglo. Es imposible entender -y menos explicar- el estatus quo en el que habitan unos y otros. Sin atisbo de cambio en el horizonte, cualquier llama prende y el conflicto regresa siempre al punto de partida.

Ahí estamos de nuevo. La explanada de las mezquitas, el lugar donde la arrogancia de Ariel Sharon dio pie a la segunda intifada, vuelve a ser escenario de sentimientos tan cruzados como irreconciliables. Para los musulmanes es el tercer lugar de culto mas importante, para los judíos el monte donde estaba el Templo de Salomón. Pero entre culto y oraciones ambos la emplean para iniciar sus batallas. El intento de asesinato de un ultra judío, la revancha de la policía matando al sospechoso y el cierre de la explanada han devuelto el silbido de las sirenas de guerra. ¿Para llegar a dónde? Si la paz significa un acuerdo final de no agresión mutua, ninguna de las partes parece tener poder para hacerlo. Desde la muerte de Isaac Rabin, hace 19 años, Israel no ha conocido políticos capaces avanzar una decisión final. En cuanto a los palestinos, sin Arafat, nunca han vuelto a estar unidos.

Un contexto complejo

Aunque la tensión aumenta, el contexto se revela excesivamente complejo para acabar en todo o nada, algo a lo que unos y otros confían el futuro. El conflicto ha dejado de ser la pieza central del puzzle de Oriente Próximo. Irak, por un lado, y el ascenso del Estado Islámico se perciben ahora como la principal amenaza a la seguridad mundial. EEUU se distancia de Israel y esa debilidad puede ser mas efectiva que otra foto de Netayahu Abbas dándose la mano en la Casa Blanca para intentar alguna alternativa que evite que este nuevo episodio en la explanada acabe siendo el inicio de una nueva batalla.