Editorial

Bastante más que un avión derribado

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El derribo el martes de un avión ruso por parte de las defensas turcas ha mostrado cómo la guerra de Siria puede complicarse mucho más de lo que ya lo está y desbordar las fronteras del conflicto hacia otros escenarios. Rusia es un país poseedor de armamento nuclear. Turquía es un miembro de la OTAN, la alianza militar occidental que dispone de un sistema de defensa colectivo. La condición militar de los dos países implicados en el grave incidente es suficientemente indicativa de la peligrosidad que puede tener una escalada. Los dos protagonistas así como la Alianza Atlántica reunida de urgencia para analizar lo ocurrido han hecho gala de mucha contención más allá de la obligada dureza verbal de Vladimir Putin. Y así debe ser. La máxima prudencia es obligada porque la volatilidad de la situación es grande y una chispa puede crear un incendio incontrolable.

Si algo ha puesto en evidencia el derribo del caza ruso que según Turquía violaba su espacio aéreo, es la distinta agenda de los dos países implicados, diferencias que no son las únicas en la guerra de Siria. Moscú está dispuesto a salvar a Baschar el Asad, dejando la lucha contra el Estado Islámico (EI) en un segundo -o tercer- lugar. Hasta ahora su participación en la guerra ha consistido en bombardear a los grupos rebeldes que cuentan con el respaldo de los países occidentales. El derribo por parte de EI de un avión ruso de pasajeros sobre el Sinaí hace varias semanas no parece haber alterado el punto de mira de los cazas que Moscú envía a bombardear Siria. No es casualidad que Rusia califique de terroristas a todas las fuerzas que se oponen al tirano de Damasco.

Turquía ha denunciado en diversas ocasiones que la aviación rusa bombardea a poblaciones turcomanas sirias que viven cerca de la frontera. El caza derribado podría haberse dirigido contra ellas, pero Ankara tiene también intereses que no pasan necesaria o prioritariamente por el fin del régimen de El Asad como es la contención de los rebeldes kurdos en Siria que hasta el momento han resultado ser las fuerzas más eficaces contra EI. Una primera consecuencia del incidente es el despliegue de batería antiaéreas más avanzadas en una base rusa cerca de Latakia. Ante el agravamiento de la crisis, todos los esfuerzos diplomáticos para evitar una mayor escalada son urgentes.