Barthes, el síntoma

Laurent Binet, en Barcelona.

Laurent Binet, en Barcelona. / FERRAN SENDRA

JORDI PUNTÍ

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Desde hace unos años, una nueva generación de lectores abre los ojos con interés cuando escucha el nombre de Roland Barthes. Tras unas décadas de silencio, en que las teorías y los experimentos textualistas se veían como una amenaza, parece que hay un Barthes que se puede reciclar para entender el presente. No es una presencia constante, pero en los Estados Unidos, por ejemplo, donde las editoriales marcan tendencia, algunos títulos de Barthes han traspasado la frontera del mundo universitario y se encuentran en las librerías. Son, con toda lógica, ensayos sobre cine, fotografía, moda... Textos en los que Barthes hablaba de la vida cada vez más fragmentaria, de la influencia creciente de la cultura visual: teorías que nuestro presente definido por Internet a menudo confirma con creces. En este nuevo contexto hay libros que piden a gritos una relectura, como 'Mitologías' y 'Fragmentos del discurso amoroso' (Siglo XXI y Àtic dels Llibres).

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No debe ser casual, tampoco, que Roland Barthes protagonice 'La séptima función del lenguaje', de Laurent Binet (Seix-Barral). De hecho, hay un episodio de la novela que nos da la clave para entender uno de los motivos de su interés renovado. Barthes está en el hospital, moribundo en la cama, y delira. Entonces dice al detective: “¡Todo está en el texto! ¿Lo entiende? ¡Hay que encontrar el texto! ¡La función! ¡Ah, es muy sencillo!”

La frase, que deberíamos repetirnos a menudo - “¡todo está en el texto!”-, hoy en día vuelve a ser tan pertinente como hace un siglo, cuando Proust reprochaba a Sainte-Beuve el biografismo, la vida del autor como método para interpretar la obra. En la era de las redes sociales, los autores se han convertido en publicistas de sí mismos. Todo lo que queda fuera del texto, pero es visualmente atractivo, sustituye a la obra y ayuda a promocionarla. Hay quienes cuelgan fotos del manuscrito, recuerdan la música que les ha inspirado, citan los clásicos que han leído. Satélites, sustitutos que enmascaran la obra por sí misma. Amigos lectores, se acerca Sant Jordi y no hay que despistarse: “¡Todo está en el texto!” Y si el texto no se sostiene, no hay nada, solo morralla, narcisismo, palabras vacías.

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