Geometría variable

Barroso pincha 'el proceso'

JOAN TAPIA

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El pasado jueves, en el debate en Barcelona de la fundación Diario Madrid sobre Catalunya-España, Carlos Solchaga dijo -con la autoridad que le da haber sido ministro de Hacienda pero sospechoso de ser parte- que la deuda de una Catalunya independiente alcanzaría el 113% del PIB. Por la tarde, en la presentación de un interesante libro del Colegio de Economistas sobre el proceso independentista (nada contrario) se barajó que podía llegar al 103%. ¿Es una deuda demasiado elevada? Bueno, ayer se supo que España cerró el 2013 con una deuda pública (más grave todavía es la privada) del 94% del PIB. Y todo el mundo sabe que financiar esa deuda ha agravado la crisis y ha costado Dios y ayuda. Aunque las decisiones de Mario Draghi en el BCE tras julio del 2012 han bajado bastante la tensión. ¿Definitivamente? En todo caso hay consenso en que vivir con una deuda pública cercana -no digamos por encima del 100% del PIB- es un ejercicio altamente peligroso que se complica si hay desconfianza.

Solchaga dijo no tener dudas de que una Catalunya que por arte de magia fuera independiente (como cualquier país europeo) sería viable. Y el estudio del Colegio de Economistas sostiene (con un enfoque muy distinto) que económicamente sería positiva pero que depende de un proceso político muy complejo. Francesc Granell (uno de los autores) recuerda la necesaria unanimidad de los 28 países miembros para que Catalunya reingresara (o permaneciera) en la UE. Antoni Castells, en 20 páginas imprescindibles, afirma que la UE se opondrá a la independencia pero que luego -si es un hecho inevitable- intentara minimizar costes. Con todo, augura problemas serios para financiar la deuda y para el sistema financiero catalán. Fuera del euro cree que la independencia sería un desastre.

En este contexto la declaración de José Manuel Durao Barroso del domingo en la BBC tiene relevancia. No porque dijera que una Escocia independiente debería solicitar el ingreso como nuevo país en la UE (ya lo había dicho antes y algo similar dijo Romano Prodi -hace diez años cuando era presidente de la Comisión- sino porque añadió (ahí esta la bomba) que veía «difícil por no decir imposible» que no hubiera un veto (a Escocia, pero se desprende que también a Catalunya) por parte de alguno de los 28 miembros. El president -que acusa los golpes de Bruselas a su discurso- descubrió ayer el «egoísmo europeo» pero Josep Antoni Duran Lleida -que por democristiano tiene muchas más horas de vuelo- ya advertía el domingo, antes que Barroso: «no nos espera el mundo con los brazos abiertos, empezando por Europa…». Y añadía: «al final això pot acabar malament». Claro, alguien acusará a Duran de «botifler» y se irá a dormir tranquilo pero el mundo económico está crecientemente alarmado.

EMPRESARIADO

El mundo económico reclama estabilidad

Veamos. El president Mas pidió el viernes a los empresarios que se implicaran en el proceso soberanista y Josep Oliu, presidente del Banc Sabadell, le informó (por anticipado)  de que los empresarios necesitan estabilidad política e institucional. Y ayer Juan Rosell, presidente de la CEOE, y Joaquim Gay de Montellà, de Foment, dijeron que los empresarios no están para implicarse en procesos políticos sino para reclamar -como Oliu- estabilidad. Supongo que una deuda del 94% del PIB (si somos España) o superior al 100% y con graves incógnitas políticas (si dejamos de serlo) pone al borde del ataque de nervios al mundo económico. Lo extraño es que no haga recapacitar a un president que presumía de la etiqueta business friendly. Abandonar este calificativo solo es un pecado de incoherencia. Dejar de tocar de peus a terra sería más grave.