DOS MIRADAS

Barroco Bowie

Se va un grande de la música.

El 10 de enero, apenas dos días después de cumplir 69 años y publicar 'Blackstar', David Bowie murió en Nueva York. Su influencia en la música moderna ha sido enorme.

Barroco Bowie_MEDIA_1

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JOSEP MARIA
FONALLERAS

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Es la última foto de David Bowie. Una de las últimas. Del reportaje que se publicó el día de su aniversario, dos días antes de su muerte. Era para la promoción de 'Blackstar', ese último álbum escrito con la misma sensación de final que nos transmite el 'Réquiem' de Mozart. Hay muchos Bowie, las pieles del camaleón. Tenía la habilidad -casi un ejercicio dramático- de lucir como un caballero inglés con elegancia y, al mismo tiempo, sin dejar de ser él mismo, darnos a entender que seguía disfrazado, como en las mejores épocas de 'Ziggy Stardust'.

Fíjense en el traje. Es impecable. Fíjense en los zapatos. No lleva calcetines. La sonrisa franca, el sombrero que oculta el rostro cadavérico, la estrella que nos lleva a pensar en 'Starman', ese hombre del espacio, el alienígena que volvió al final en un 'Lazarus' inquietante que no resucita porque no ha muerto sino que se adentra de nuevo en el armario de vete a saber qué dimensión. En el vídeo, un testamento, Bowie se revuelve en la cama y apunta unos pasos de baile. Luego se sienta y escribe con fiebre creativa. En la mesa, una calavera, ese 'memento mori' barroco del barroco Bowie que resume un relato de diversidades, disfraces y máscaras.  Escribo mientras escucho su colaboración en el 'Wake Up' de Arcade Fire en el City Music Hall, en el año 2005. Está en bucle. No paro de escucharlo.