EL MODELO TURISTICO

Y beber absenta en porrón

Hay un turismo que llega Barcelona en busca de la postal romántica y otro al que no le importa dormir en litera junto a otros 15 trotamundos

Albergues

Albergues / periodico

JORDI PUNTÍ

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Se mire como se mire, dormir en Barcelona por diez euros es una ganga. Y por 20. Y en algunas épocas del año incluso es un regalo encontrar una habitación por menos de 100 euros. Tras una década en la que el turismo se utilizó como la gran excusa para superar la crisis, me pregunto si en Barcelona no ocurre ya como en las sociedades más desiguales: la pobreza extrema convive a diario con la riqueza más ostentosa.

Parece lógico, pues, que la población hotelera crezca por ambos lados de la misma forma: a más hoteles de lujo, más habitaciones compartidas en hostales y albergues juveniles. Y entretanto, la clase media que prefiere la opción de Airbnb: un piso de alquiler con su cocina y su baño y sus vecinos, cumpliendo por algunos días el sueño de vivir en la bella Barcelona. 

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"A ciertas edades\u00a0","text":"lo de dormir es secundario: los 10\u00a0euros se pagan para tener un lugar donde dejar\u00a0la mochila, cargar el m\u00f3vil\u00a0y chupar wifi"}}

La única certeza que tenemos es que, como destino turístico, esta ciudad atrae a gente de todos los pelajes. Así como hay un turismo que llega buscando la posta l romántica, de atardecer en la azotea de un hotel con piscina y vistas a la Pedrera, hay otro al que no le importa dormir en una litera, oliendo en sueños los calcetines sudados de otros 15 trotamundos. De hecho, algunos jóvenes cuentan que en los albergues se liga más que se duerme.

IMAGEN DE FIESTA

Lo que se impone es la imagen de la ciudad de fiesta, el lugar donde puedes beber absenta con un porrón y bañarte en pelotas de madrugada. Porque al fin y al cabo para ciertas edades lo de dormir es secundario: los diez euros se pagan para tener un lugar donde dejar la mochila, recargar el móvil, hacer la siesta y chupar WiFi.

Estas ofertas, pues, son el horizonte raso de muchos estudiantes y mileuristas. Albergues de juventud con nombres en inglés: Hello, Dream, Sound, Be Mar... Siempre cerca de las Ramblas, del lío nocturno en el 'downtown'. Clientes que van a festivales de música como el Primavera Sound y el RockFest. Si uno los busca en los foros de Tripadvisor y lee sus comentarios, no hay sorpresas. La mayoría de opiniones son positivas, aunque de vez en cuando alguien se queje de que el ascensor es ruidoso o resulte difícil conseguir turno para ducharse.

El problema empieza cuando estos albergues, pensados para menores de 30 años, actúan también como hoteles encubiertos. Hace solo unos días el Ayuntamiento de Barcelona sancionó a 13 residencias de estudiantes13 residencias que operaban en paralelo como apartamentos turísticos. Cuando los precios son tan bajos, la picaresca es tentadora.

EXCESOS ETÍLICOS Y BAJA CALIDAD

Las consecuencias son también múltiples: desde los excesos etílicos en plena calle -se ahorra en pensión para gastar en bebida- a la saturación de locales de comida rápida. Entre los efectos menos visibles de este turismo 'low cost' está la proliferación de colmados con productos de baja calidad, pensados sobre todo para el turista pobre, y que parecen cortados con el mismo patrón: pequeñas áreas de servicio, sin interés para el vecino del barrio, que saturan las calles y acaban expulsando a los comercios de toda la vida.

Ahora más que nunca, la juventud busca una existencia práctica y, sobre todo, barata. Interrail o Blablacar. Comida de 'fast food'. Ropa de moda, aunque esté cosida por un dólar en un taller asiático. Una litera compartida y una taquilla de metal. Un monopatín de 70 euros y un iPhone 6... Son otras prioridades.