La conurbación metropolitana

Barcelona, simplemente Barcelona

Hay que plantearse sin miedo la denominación y alcance territorial de la ciudad real del siglo XXI

RAMON FOLCH

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El joven taxista que me llevaba por la nada regular trama urbana de Gràcia se preguntaba el porqué de aquellas calles estrechas e intrincadas. Se sorprendió al saber que la villa de Gràcia era un municipio distinto del de Barcelona hasta hace poco más de un siglo. El Eixample, de hecho, es una malla moderna que une las diferentes poblaciones que antes había en el Pla de Barcelona. Los municipios de Gràcia, Sant Andreu del Palomar, Sant Gervasi de Cassoles, Sant Martí de Provençals, Les Corts y Sants se fusionaron con el de Barcelona en 1897, Horta en 1904 y Sarrià en 1921. Mi abuela, nacida en 1883 en Gràcia, siempre «baixava a Barcelona» cuando iba al centro.

En cuatro generaciones se ha pasado de resistirse a la integración a sorprenderse ante la anterior independencia. Hace tan solo un siglo y medio, el municipio de Barcelona se circunscribía a la actual Ciutat Vella y un conjunto de campos que ahora son el Eixample. Basta mirar un mapa actual para entenderlo. Mejor dicho: bastaba mirar uno de los años 50 o 60, porque ahora la mancha urbana continua afecta también a L'Hospitalet de Llobregat, Santa Coloma de Gramenet, Sant Adrià de Besòs, Badalona, etcétera, por más que sigan siendo municipios diferenciados.

Administrativa y emocionalmente diferenciados, sí; funcionalmente desvinculados, no. El municipio de Barcelona no es tampoco funcionalmente independiente de los demás municipios del Pla. Todos los municipios de la conurbación son interdependientes entre sí. Sus habitantes tienen su hogar en un municipio, trabajan o estudian en otro y van de compras a los centros comerciales de un tercero. Más aún: sin ser demasiado conscientes de ello, vierten su basura en un cuarto, depuran sus aguas residuales en un quinto y reciben la energía o los productos manufacturados de algún centro logístico de un sexto o séptimo...

Esta única realidad plurimunicipal se dotó de un Plan General Metropolitano (PGM) en 1976. Ese instrumento urbanístico capital ha ordenado mal que bien el desarrollo de la zona en los últimos 40 años. Pero ha sido modificado, para irlo adecuando a las necesidades cambiantes, ¡en unas 1.200 ocasiones! No procede seguir remendándolo. En el 2010 se aprobó un Plan Territorial Parcial del Ámbito Metropolitano de Barcelona (PTMB) que marcó las nuevas grandes líneas de actuación en términos de espacios libres, usos del suelo, infraestructuras, etcétera, previo a la gran reformulación del PGM que pronto habrá que abordar. De momento se ha empezado a redactar un Plan Director Urbanístico (PDU) para establecer directrices. ¿Sobre qué área y con qué objetivos proporcionados a las necesidades del siglo XXI?

El PGM de 1976 afectó a 27 municipios de cuatro comarcas. El PTMB del 2010 comprende 164 municipios de siete comarcas, que son el ámbito del espacio barcelonés real. El incipiente PDU concierne a 36 municipios. Este no es un tema menor, porque si el área es insuficiente, el plan sale esmirriado, es un mal plan. En todo caso, el alcance territorial del plan y sus objetivos en clave del siglo XXI son seguramente dos caras de la misma cuestión, porque en el actual mundo de redes e interconexiones no hay un único territorio para todas las funciones, sino tantos territorios como niveles escalares tienen esas funciones. Para abordar según qué, hay que contemplar los 164 municipios en conjunto, desde el Maresme hasta el Penedès; para tratar según que otra cosa, basta el núcleo de los 36 municipios centrales. Tal vez sea esa la primera gran novedad respecto del plan de 1976: el territorio funcional del siglo XXI tiene geometría variable.

Se han propuesto varios nombres para este espacio: Àrea Metropolitana de Barcelona, Regió de Barcelona, etcétera. Creo que son largos y confusos. Lo óptimo es llamarle Barcelona. En efecto, la Barcelona del siglo XXI ya es todo eso. Pues llamémosle así, tal como hoy llamamos con naturalidad Barcelona al espacio que hace un siglo correspondía a media docena de municipios. Cuando una importante compañía aérea se instaló en el hasta entonces denominado aeropuerto Girona-Costa Brava, lo rebautizó inmediatamente como Barcelona-Girona, simétricamente a Barcelona-El Prat. Cuando un empresario extranjero se desplaza a Badalona o Martorell, dice que va a Barcelona (tras aterrizar en El Prat y alojarse en un hotel de L'Hospitalet o del Vallès). Cuando nosotros vamos Chelsea, Greenwich, Westminster o Sutton, vamos a Londres, que está formado por la City y otros 32 municipios. El actual municipio de Barcelona ha de ser la City de Barcelona tout court, más o menos. El nombre sí hace la cosa. Y la cosa es la Barcelona real. Ese debería ser su nombre. Ya desde el planeamiento, creo.