La rueda

Barcelona y la madrastra

En las consideradas mejores ciudades del mundo no hay el diario desasosiego de BCN

Turismo en el Portal de l'Àngel de Barcelona.

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JORDI PUNTÍ

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Como cada año, The Economist publicó estos días su informe sobre las ciudades con más calidad de vida en el mundo. La mala noticia es que Barcelona no sale entre las diez mejores, lo digo por si había algún optimista en la sala. La selección se hace a partir de una combinación de factores, entre los que cuentan la estabilidad social, el sistema sanitario, la cultura y el entorno en el que crecen los niños, la educación y las infraestructuras urbanas. A priori, uno se imagina que en el ranking saldrán las de siempre, las grandes urbes del poder económico, pero la realidad es menos obvia. En el número uno aparece Melbourne, en Australia, y le sigue de cerca Viena. A continuación vienen tres ciudades de Canadá -Vancouver, Toronto, Calgary- y dos australianas, Adelaida y Perth. Cierran la lista de las diez Auckland, en Nueva Zelanda, Helsinki y Hamburgo.

¿Qué tienen en común estas ciudades? Y sobre todo, ¿qué tienen que no tenga Barcelona? He estado en varias de ellas, he paseado por sus calles, y de entrada me parecieron muy distintas. La elegancia de Viena tiene poco que ver con la planificación urbana y paisajística de Adelaida. Algunas, como Hamburgo, Melbourne y Toronto, comparten una cultura que floreció con el peso de las migraciones. Como Barcelona, son ciudades que buscan el equilibrio entre lo nuevo y lo antiguo, sin descuidar su pasado pero sin vivir solo en él. Sin embargo, si tuviera que escoger un elemento que las unifica, es la autoestima. Parecen satisfechas de ser como son. Todas tendrán sus problemas, por supuesto, pero da la impresión de que han entendido su lugar en el mundo y piensan ante todo en las condiciones de vida de sus ciudadanos. No veo en ellas el desasosiego diario de Barcelona, esa necesidad enfermiza de satisfacer al visitante y a su vez de vivir gracias a los elogios de los demás, como la madrastra de Blancanieves ante el espejo. No rehúyen al turista, pero tampoco se convierten en sus humildes servidores. Es otra liga.

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