Barcelona es capital

XAVIER BRU DE SALA

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Más dinero para el Teatro Real, menos para el Liceu. De modo parecido en todos los equipamientos. El ministerio, en vez de actuar de manera equilibrada, se muestra hostil no ya en lengua y cultura catalanas, sino con el hecho mismo de la capitalidad cultural barcelonesa. Las cifras, más que elocuentes, suman una disminución de aportaciones de cerca de la mitad en cuatro años. ¿No quieres discriminación? ¡Cinco tazas!

Los ingredientes del futuro son todavía más preocupantes: los constitucionalistas, defensores a ciegas y por principio del status quo, no pían por miedo a dar razones a los soberanistas. Buena parte del independentismo se alegra porque el Estado en contra refuerza el argumentario. En las nuevas izquierdas predomina, y de mucho, el pasotismo cultural. Sobre todo si tenemos en cuenta que el litigio soberanista puede durar unos cuantos años, existe un enorme riesgo declive de capitalidad, forzado por el Estado, con complicidades, por pasiva, a ambos lados del espectro ideológico y del eje soberanista.

El conseller Ferran Mascarell aguanta desde la Generalitat, pero después del 27-S se pueden dar las condiciones para reconvertir el Departament de Cultura en un centro de agit-prop desprovisto de visión estratégica cultural. Vista la progresión del arrinconamiento de la cultura, se trata de un peligro muy palpable.

Quizás no es posible, pero en todo caso es muy conveniente y deseable, que Núria Amat y Albert Sánchez Piñol, entre muchos otros, firmaran un manifiesto a favor de reforzar, en cualquier circunstancia, la capitalidad cultural barcelonesa. Que se hayan enfrentado duramente en las páginas del diario argentino Clarín por la independencia de Catalunya no debería impedir la unión de esfuerzos a favor de lo que más nos tendría que importar, que son precisamente las capitalidades de Barcelona, la ciudad que se ha ganado a pulso la imagen tolerante, diversa, aún más cosmopolita por el hecho de ser de impulsar una cultura de ámbito restringido.