Barça y Qatar: seguro que compensa

Polémica sobre la camiseta del Barça. Unos apelan a la historia, al més que un club y al sentimiento para oponerse a manchar el uniforme. En el otro bando constatan que estamos hablando de muchos euros y añaden que todo esto son manías y que, al fin y al cabo, estos millones de más tienen que servir para agrandar el club. Déjenme mezclar un poco los argumentos. ¿Y si resultara que lucir publicidad de la Qatar Foundation no fuera una buena decisión... económica? No oso afirmarlo rotundamente. Pero sí que me permito introducir la duda en el debate, porque podría pasar que, si lo contamos bien y no nos empecinamos en el corto plazo, el negocio de los petrodólares no fuera tanto negocio.

Me explico. Entiendo que el acuerdo con Unicef, al cual en parte se llegó de carambola, fue una de las mejores operaciones de Laporta. Es fácil de entender. Poner la camiseta a disposición de Unicef encajaba en una estrategia de márketing fabulosa y que, si bien no se limita a la asociación con esta agencia de Naciones Unidas, encontró en ella su piedra de toque. La publicidad de Qatar -una dictadura islámica hereditaria inclinada a cometer atrocidades notables- agrieta esta piedra de toque porque, sencillamente, no encaja, no es coherente con el relato ni los valores con los que el Barça se ha esforzado en identificarse, con gran éxito, durante los últimos años. Porque el Barça, igual que un puñado de clubs escogidos, es muchísimo más que una pelota y unos jóvenes que la tocan. Es muchísimo más para los catalanes, pero también para el mundo. El Barça es un icono internacional, una marca planetaria. De hecho, es la más potente de las contadas marcas planetarias de Catalunya.

¿Qué valor tiene la imagen, la reputación, la marca Barça? Es difícil saberlo, pero seguro que, en euros, una cantidad estratosférica, mareante. ¿Compensan los millones a cobrar el perjuicio simbólico que la publicidad qatarí comporta?