Editorial

El Barça falla en la reválida del clásico

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La Liga española de fútbol está tan marcada por las diferencias presupuestarias que cada vez queda más reducida a un mano a mano entre los dos grandes, con permiso de equipos como el Atlético de Madrid que el año pasado se rebeló con grandeza contra esa bipolaridad. Es por ello que los clásicos entre el Madrid y el Barça adquieren una dimensión especial, y más cuando en estas últimas temporadas congregan a las mejores estrellas futbolísticas del mundo. El equipo de Luis Enrique salió del derbi disputado ayer en el Santiago Bernabéu con la cara marcada como no cabía imaginar por su óptima trayectoria desde la llegada del técnico asturiano al banquillo. Ni el 'efecto Luis Suárez, en el debut de la estrella uruguaya tras su larga sanción, evitó una derrota que incluso pareció menor en el marcador (3-1) que en el terreno de juego.

El primer tropiezo del Barça en la Liga alimentará las dudas de los culés más escépticos en mayor medida que el que sufrió en la Liga de Campeones ante el PSG en París. Y eso que los azulgranas tuvieron un excelente inicio, culminado con el gol de Neymar. Pero el Madrid dio, con la convicción que no tenía su rival, un paso al frente hasta remontar el partido en una segunda parte en la que se mostró muy superior.

Un equipo desmadejado

El clásico deja la conclusión de que Luis Enrique tiene mucho trabajo por delante, algo de lo que es consciente con toda seguridad el propio entrenador cuando solo se han disputado nueve jornadas del campeonato. La firmeza defensiva manifestada ante otros equipos, mucho más débiles que el Madrid o el PSG, saltó por los aires con errores que se pagaron caro. Así, el portero Claudio Bravo cerró, y de qué forma, su récord de imbatibilidad. Y lo peor fue la sensación de perder el sitio con el 2-1, de equipo roto, desmadejado, pese a que aún quedaba mucho partido.

El Barça vio además cómo el Madrid, recuperado de su titubeante inicio de temporada, le discutió la hegemonía del juego. Ya no ocurre como en los tiempos de José Mourinho en el banquillo cuando el equipo blanco solo planteaba estos partidos con la idea de desactivar a su rival, de cualquier modo y al límite del reglamento, más que de imponer una jerarquía futbolística. Un positivo cambio de actitud que ha repercutido en que los clásicos tengan la máxima tensión, pero siempre dentro de la deportividad.