Se debe actuar ahora
La noche del Parque de los Príncipes obliga a Josep Maria Bartomeu a adoptar decisiones importantes. El fútbol es un juego pero el Barça no
Soy de los que creen que la noche del Parque de los Príncipes obliga a Josep Maria Bartomeu a adoptar decisiones importantes. El fútbol es un juego pero el Barça no. El presidente debe gobernar la entidad con responsabilidad y trascendencia en momentos así. Siempre se puede perder un partido; todos los equipos del mundo caen derrotados en un momento u otro, pero ante el París SG no pasó solo eso. Durante 90 minutos coincidieron juntos todos los problemas de fondo que arrastra un equipo que, aunque este año haya tenido momentos brillantes, no está bien y necesita un golpe de timón.
De cara a los dos o tres próximos años no se puede continuar desperdiciando en Europa la inmensa suerte de contar simultáneamente con Messi, Neymar, Iniesta, Piqué, Suárez y Busquets. Puedes no tenerlos, como les ocurre a los demás clubs, pero es calamitoso desaprovechar la carambola de haberlos reunido y mostrar la inferioridad que estalló dramáticamente el martes.
EL ENTRENADOR
El menor problema de Luis Enrique es que sea antipático. El mayor, que ya está amortizado, con sus aciertos y errores. Conviene sustituir a un técnico que ha hecho público que no sabe si quiere seguir entrenando al Barça. Los mejores preparadores del mundo harían lo posible y lo imposible para trabajar con Messi y el actual Barça mientras paradójicamente se sienta en el banquillo culé alguien que no moriría por ello. ¡Fuera!
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Tras Luis Enrique, el Barça no debería probar fórmulas inseguras. Ha de apostar por alguno de los grandes técnicos ya experimentados, como Klopp, Sampaoli, Emery o Ancelotti, por ejemplo. Alguien que a ser posible haya estudiado ya como enemigo ese punto débil del Barça que es su falta de intensidad en el juego por apostarlo todo a la alta calidad técnica de tipo más frío. Con Luis Enrique el Barça ha perdido su vieja capacidad de controlar los partidos gracias a una celérica combinatoria efectuada con absoluta precisión; en cambio, no ha ganado ni la mitad de la capacidad sostenida de lucha -con ese mismo objetivo de mandar en el campo- que le opuso ahora el PSG pero ya antes otros equipos. Creo que a causa de eso los jugadores creen poco en él. Creo que a causa de eso Messi volverá a perder el Balón de Oro. Temo que a causa también de eso el argentino se esté planteando si además está perdiendo ya el tiempo en Barcelona. Todo junto es un horror.
EL EQUIPO
Necesita un relanzamiento. En París Messi perdió muchos balones por exceso de un individualismo obligado (ya que le respaldaron poco) y estuvo poco presente. Busquets, que no ha recuperado todavía la forma, pecó de impreciso en pases y conducciones. Umtiti y Suárez dieron la impresión de estar más gruesos que en sus mejores momentos. André Gomes parecía tener sangre de horchata comparado con quienes le desbordaban continuamente (Matuidi, Rabiot y Verratti). Se añoró el coraje de Mascherano. Se envidiaron los apoyos centelleantes que se prestaban entre sí los franceses, siempre con un hombre más en los pulsos de la zona ancha. Odiamos el trote cansino de los nuestros frente a la velocidad sostenida de los rivales (correr, lo que es correr, únicamente lo hizo Neymar), así como nuestros pases horizontales cuando delante exhibían verticalidad ofensiva. Queríamos que el equipo de la camiseta oscura fuese el Barça, que además jugaba como en los mejores momentos de nuestra historia reciente. Luis Enrique no logró enderezar sobre la marcha ninguno de los hándicaps.
LA DIRECCION TÉCNICA
Pero hay que apuntar también contra Robert Fernández, un director técnico que no ha sabido ni replantear estos déficits en su trabajo con el entrenador, ni confeccionar la plantilla adecuada para compensar los viejos problemas y renovar al equipo campeón. Lo está subrayando todo el mundo: no ha cubierto debidamente el ala derecha de la defensa (y encima ha consentido que Luis Enrique tontease contra Aleix Vidal, un buen lateral al que se echó en falta en París cuando los adversarios concentraban sus ataques por la zona del voluntarioso pero insuficiente Sergi Roberto). Tampoco resolvió con solvencia el muy conocido problema del cuarto delantero que se necesitaba para refrescar al tridente cuando fuese necesario. Robert se limitó a aprovechar sus amistades de Valencia para fichar a dos piezas nada baratas, Paco Alcácer y André Gomes, que o no están todavía maduros para este equipo o no son exactamente lo que se precisaba.
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Cuando uno piensa que en el mercado de invierno el PSG supo contratar a muy buen precio (38 millones) al alemán Draxler, que tanto nos dañó, para cubrir un lunar idéntico al que tiene el Barça en la media, se quita el sombrero. Cuando uno piensa que ante la impotencia ofensiva exhibida en París el único recambio ofensivo que tenía a mano el Barça era Alcácer, se come ese mismo sombrero.
Un mensaje complementario: todavía se está a tiempo de no perder la Liga y no perder a Messi. Pero se debe actuar ahora. Si no con las soluciones definitivas, sí por lo menos con remedios-puente.
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