¡Viva la madre que os parió a todos, a todos!

EMILIO PÉREZ DE ROZAS

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Sois grandes, sois inmensos. Todos, los que ganasteis y los que perdisteis. Los que pasarán dentro de siete días y los que quedarán eliminados. El Barça y el Bayern. Luis Enrique y Pep Guardiola, amiguetes que se aprecian, que se defienden, que se respetan. Catalunya y Baviera. Sois tan grandes que este miércoles por la noche habéis hecho felices a millones y millones de personas, de aficionados, de habitantes de todo el mundo.

Todos sois grandes, porque todos os partisteis la cara para darnos el mejor de los espectáculos. Y lo lograsteis, sí, de una forma prodigiosa, brillante pero, sobre todo, de la forma que solo lo hacen los grandes, los inmensos, los mejores, los campeones. Entregándose durante 94 minutos, peleando en ataque y en defensa, dejando el cuerpo y el alma, el coraje y las ganas, sobre el mimoso césped, frente a una afición que, sabiéndose en el Liceo del fútbol, vivió con la pasión de un concierto de duro rock and roll el que, sin duda, ya lo dijo Luis Enrique, "es el mejor partido que se puede ver en estos momentos de fútbol". El dijo de Europa, pero estaba pensando del mundo.

Pero, fuisteis grandes todos y os lo agradecemos todos, todos, los que estuvieron en el campo y los que estuvimos enganchados frente al televisor. Pero, sobre todo, dejarme que os diga una cosa, con perdón, en un partido entre inmensos, en un partido con los mejores 22, 23, 24, 25 o 26 futbolistas del mundo, estaba dios, estaba el que sí, lo siento, es, ya sí, el mejor de toda la historia.

Cierto, no se puede comparar y todos, incluso en cine, en video, en televisión, en relatos o cromos, hemos visto a jugadores portentosos. La lista la conocemos de memoria, pero él se llama Leo Messi, aquel chico que alguien rescató de Rosario, que alguien decidió que el Barça le pagase las inyecciones del crecimiento, que alguien lo protegió, lo mimó, le toleró todo y más, para convertirlo en dios, en el sucesor de Maradona y, sí, toda esa lista que ustedes recital y que todos nos sabemos de memoria.

Ese niño, que ya es el papá de Thiago y pronto, muy pronto, será bipapá (no traigas otro Leo al mundo, Messi, suficiente con Thiaguito), estuvo escondido durante buena parte del partido. ¡Mentira!, estaba esperando su momento agazapado. Jugó a la distracción y, como reconoció su otro 'papá', Guardiola, cuando se excita, cuando se pone en marcha, no hay quien lo pare. Ni entrenador, ni video, ni pizarra, ni estrategia, ni plantilla, ni equipo, ni defensa, ni centrales, ni laterales. Apareció el talento de dios y se encendió el partido. Y Neuer, que no llora nunca, nunca, lloró. Y Boateng acabó retorciéndose en el césped, enroscado como lo dejó Messi, con su quiebro, a uno de los grifos que salen del césped.

Fue Messi porque tenía que ser Messi. Pero también fue la pelea, el corazón, las piernas, la boca, la dentadura, la determinación de Suárez, sí, y la velocidad, y el quiebro, y el gol de Neymar. Y todo el Barça. El de Luis Enrique, también. Y el de mi amigo del alma, Andoni Zubizarreta, que igual ni vio el partido. Fijo.

¡Viva la madre que os parió a todos, a todos!