El Barça, a.C.

Johan Cruyff y su hijo Jordi, retratados en el Camp Nou, en junio de 1995

Johan Cruyff y su hijo Jordi, retratados en el Camp Nou, en junio de 1995 / periodico

ALBERT SÁEZ

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La temporada empezaba a finales de julio. Con el calor sofocante del verano barcelonés, acudíamos al Estadio a la presentación del equipo y al primer entreno. Las expectativas siempre eran altas. En aquellos tiempos todos los fichajes se presentaban juntos: un par de extranjeros, algún oriundo y los delanteros españoles que hubieran destacado la temporada anterior contra el Barça. Pocos canteranos. Su debut estaba reservado para cuando las cosas empezaban a ir mal. Y un entrenador de lujo a gusto del crack del momento. "Aquest any, sí" nos decíamos antes de marcharnos de vacaciones. No sabíamos más del equipo hasta el Gamper. Solo alguna crónica en los diarios de papel. La televisión -una grande y libre- no daba otra pretemporada que el trofeo Colombino o el Teresa Herrera. Y la temporada azulgrana solía acabar en febrero cuando la distancia con el Real Madrid ya era insalvable. Así era la vida de los culés antes de Cruyff (a,C.).

La vida después de Cruyff (d.C.) empezó el 17 de febrero de 1974. El Barça goleó al Real Madrid0-5, en el Santiago Bernabeu. Lo nunca visto que dejó mudo al oficialismo madridista. También al de TVE. Era un invierno crudo. Lo recuerdo porque dos semanas después murió mi padre mientras nevaba en Barcelona. Aquella fue la primera vez desde que tengo uso de razón que repetí "aquest any, sí" en invierno. Se acabó el vivir solo de expectativas aunque la existencia culé no siempre fue fácil d.C. Nuestras alegrías siguieron desde entonces los altibajos propios de los genios. Nos dio una Liga en 1974 y entró en una espiral perversa. El póster de aquel equipo amarilleó en mi habitación de adolescente. Ponía y quitaba delanteros a su antojo, se fumaba un cigarrillo en el descanso, fastidiaba a todo entrenador que le hiciera sombra,... Pero el crédito de aquel 0-5 y de aquella Liga hizo que se lo perdonáramos todo. La primera agonía de Cruyff en el Barça se prolongó durante cuatro años. Se fue y volvimos al blanco y negro. A ganar una Liga de uvas a peras. A ilusionarnos en julio y a deprimirnos en enero. A cambiar de entrenador a media temporada y a perseguir a los cracks cuando ya envejecían. Y seguimos haciendo debutar a los canteranos las noches de urgencias históricas, destrozando carreras prometedoras y descapitalizando el club. 

Nuestra segunda era gloriosa, esta ya de verdad, llegó cuando Cruyff se sentó en el banquillo del Camp Nou. El inefable Josep Lluís Núñez no pudo evitarlo a pesar de intentarlo todo. Fueron cuatro ligas ¡consecutivas! La Champions de Wembley y la segunda final consecutiva, la que perdimos de forma humillante con el Milan. Esta vez la segunda agonía de Cruyff en el Barça duró tres temporadas. Se marchó. El desierto tuvo nombres como Van Gaal, Saviola, Gaspart,... 

Volvió de la mano de la junta de Joan Laporta. Estuvo siempre detrás de aquel proyecto. Y todos los que vivimos esa época sabíamos que tenía gusto a Cruyff. Desde entonces vivimos en un 0-5 casi perpétuo. Su ADN pasó de generación en generación: Guardiola, Xavi, Iniesta, Messi, Tito Vilanova, Luis Enrique,... Un patrón, una manera de ser y de jugar. Nuestra generación ha pasado con Cruyff del blanco y negro al color y de la televisión a la realidad virtual. Tripletes y sextetes. Hemos sido y somos felices pero nunca olvidamos de donde venimos, del Barça a.C. Por eso una y otra vez les decimos a nuestros hijos cuando les cae la baba con Messi y su pandilla que "això no durarà sempre". Pero será eterno, será Cruyff.