ANÁLISIS

Bandera blanca

DAVID TORRAS

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El Barça le ha puesto precio a su dignidad: 30.000 euros. La cuenta le ha salido muy barata pero la factura moral ante los socios es difícil de calcular. Habrá quien lo dé por bueno. "Es la política, estúpido", dirán, con la cantinela de que a menudo hay que renunciar a según qué batallas para ganar la guerra. Pero hay batallas que deben afrontarse siempre, ni que sea a pecho descubierto y a riesgo de salir perdiendo. Los agravios no se negocian.

La renuncia del Barça a recurrir la sanción de la UEFA por el episodio de las 'estelades' de Berlín es tan inadmisible como el propio castigo y refuerza la ambigua manera de actuar de esta directiva, una herencia de los tiempos de Rosell, simbolizada en el hipócrita voto en blanco del expresidente ante la acción de responsabilidad. Quien más piedras tiró fue el primero en esconder la mano delante de todo el mundo, sin pizca de vergüenza, dejando a algunos compañeros con el culo al aire.

Bartomeu se ha distanciado claramente de su antecesor, aunque se ha mantenido firme en esa demanda contra los exdirectivos. Aquí no ha dudado en recurrir el fallo que habría enterrado esta 'vendetta' con el argumento de que el club necesita una sentencia que sirva de precedente para el futuro. Ya la tiene, pero no es la que esperaba. Así que esa batalla continúa a pesar de ir dejando muchas heridas, que difícilmente cicatrizarán, y que han sumido el club en una guerra civil interminable. En cambio, a la hora de enfrentarse a otros enemigos, empezando por Florentino, siguiendo por la FIFA y acabando ahora con la UEFA, se ha preferido lanzar alguna bomba de humo, como la mano negra de la que no hay rastro, o directamente batirse en retirada como en este caso.

Un acto de sumisión

"La sanción es injusta, la recurriremos y llegaremos hasta el final", proclamó hace unos días el presidente barcelonista. Y el final ha llegado hasta aquí. Sin un comunicado oficial, sin nadie que diera la cara, medio a escondidas, se ha sabido que el club ha reculado en lo que, por mucho que se disfrace, es un acto de sumisión.

Que el Barça no quiera enfrentarse a la UEFA no justifica que doble la rodilla y agache la cabeza en una cuestión que va mucho más allá de la multa y que entra en el terreno de la dignidad. Ni por 30.000 ni por 1 euro. Es ridículo que se apele a la opinión de los servicios jurídicos para no recurrir después de que estos presentaran alegaciones ante un expediente lleno de irregularidades. Los mismos que denuncian la injusticia asumen que es mejor pagar y callar. Que se insinúe que con este gesto se pretende tender puentes con la UEFA, como si con este paso atrás se eviten daños colaterales en forma de represalias (en las designaciones arbitrales, por ejemplo), es de una debilidad institucional impropia del Barça. Y, peor aún, añadir el apoyo a Platini como futuro presidente de la FIFA. Será la política, y será muy estúpido no aceptar las reglas del juego, pero hay principios con los que no se mercadea porque no están en venta.

Además, le guste o no, Bartomeu ha de ser fiel al compromiso que adquirió hace poco más de cinco semanas como candidato y que, por extensión, los 25.823 socios que le votaron deberían exigirle. Él, como Laporta, Benedito y Freixa, firmó el documento Compromís de País posando con la camiseta de la 'senyera' y la inscripción 'Guanyarem 27S', en apoyo entre otras iniciativas a las acciones "a favor del derecho a decidir del pueblo de Catalunya" en la ruta hacia la independencia. No era una simple fotografía. No era un acto electoral más, aunque para alguno quizá solo se trataba de eso, de no quedarse fuera de plano y perder unos cuantos votos, y no midió la trascendencia de esa alianza. Era un compromiso que implicaba miles de voluntades, firmado solemnemente de la mano de tres entidades nada dudosas: Assemblea Nacional Catalana, Òmnium Cultural y la Plataforma Proseleccions Esportives Catalanes. El objetivo final de ese documento ha provocado muchas batallas y grandes desafíos a según qué autoridades, mucho más amenazadoras que la UEFA. Bartomeu aceptó colocar al Barça en ese escenario. Ahora ante el primer ataque que recibe el club no puede sacar la bandera blanca.